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sas flores.
En las otras grandes salas
del palacio,
igualmente deslurn–
.brantes de oro i plata, en cayas
hornacinas se veían el llama, el
kúntur, el huanaku, la uikuña i
el taruka,
lagartijas,
víboras i
sapos; i en cuyas ánforas enor–
mes o graciosas
alternando con
flores cultivadas
se veían flores
primorosas que al igual que vasi–
jas i animales eran todas de o–
ro, plata, cobre i piedras raras;
se alineaban asimismo cómodos
asientos perdidos bajo finas
te–
las, frente a mesitas especiaiP.s,
cubiertas a su vez
de manteles
igualmente blancos, regados con
flores olorosas.
Sapan, lnka salió de sus ha–
bitaciones interiores, seguido de
sus mujeres, sus ñustas; i sus ak–
Ilas. Tomó asiento, i ordenó la
entrada de sus nobles.
-Sean
bienvenidos,- excla–
mó,- al banquete que nos brin–
da el Padre Sol.
Todos los nobles
se incli–
naron
reverentes
i
sumisos,
i
fueron ocupando sus sitios seña-
lados por ,sus méritos.
.
Se notaba
la
ausencia de
Ninan Kuyuchi, solamente. Debía
continuar mui enfermizo.
Las
akllas
perfumaron e!l
ambiente,
i los
tocadoreS\ del
Emperador
alegraron el convi–
te.
Se
ofrendó
la mejor sora
preparada por las
vírgenes del
Sol,
i
cotnen!ZÓ
a
servirse el
gran banquete.
1
Todos las
productos de la
caza i de la pesca, i los diversos
frutos de la tierra, sabrosamen-
te guisados,
i
servidos en relum–
brantes p,latos
de ero, incital'en
luego el apetito.
Caldo de mariscos; pesca·
dos frescos acabados
de sacar
el día anterier
del mar, i tras–
portados
por !'os veloces chas–
kis; patillos, perdices, las sabro–
sas ch0kas; papas exquisitas es–
cojidas entre
las más
sabrosas
del Imperio; la dulce chirimoya;
la suave
rúkma;. . . . . . en
~in
todo lo que ' de exquisito podía
dar T ahuantinsuyu,
para regalo
del Emperador i de su pueblo.
El guiso preparado con la
grasa coloreada
de los llamas,
i d.eleitosos condimentos-,exdta–
ba el apetito, i el picor de sabor
inigualado del
rocoto i del ají
de variedades múltiples, invita–
ban a beber copiosamente.
En las otras salas circulaba
en igual
fo~ma
la vianda, mien–
tras la música de la aLegría ha–
cía olvidar desazones i temores,
i convidaba al goce única de a-
quella fiesta .
·
Las ñustas i las akllas, au–
reoladas de flores
i hermosura,
circulaban atendiendo al Empe–
rador. i a su ba-illante Corte, re–
cibi~do
de los nohles un boca–
do.
A
derecha
e izquierda del
Monarca,
las Coyas
o
mu~eres
Legítimas del lnka,
conversp.han
de cosas al(\gres i exentas de to·
da preocupación.
El Mcmarca
era sobrio en
palabras; pero estaba
a'legre i
cariñoso coma siempre. Su fama
de ser el más bondadoso de l'<>s
lnkas había
entra·do
ya en
~a
inmortalidad de la Leyenda.