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-61-

cautam~::nte

con lnka

Chalku,

quien le hablaba del lejano Co–

to Pacsa, con

todS: la emoción

del amor eterno e invencible.

-Cuando se enoja, da tales

rugidot~

que hace

retun;bar 1a

Tierra,

i

entonces

Das

casas se

sacuden, como

los pájaros mo·

jados por la lluvia,- dijp Chal·

ku Chímac

-Yo recuerdo

que una vez

en mi lejana

tierra,

hubo una

parecida conmoción: Mama Ko–

cha bramó como un puma gigan–

tesco, i los templos i palacios se

tambalearon como ébrios-- •..••

le contaba Chumpillaya .

-Pero el volcán vomita fue–

go, i por sus

flancos baja hir–

viente el mineral fundido, arra·

sando todo lo que encuentra ...

Princesa: mi corazón

ea

un vol–

cán que está ardiéndose sin con-

sumirse .•••••

Huáscar se acercó interrum–

piéndoles.

-lnka Chalku,-

le dijo son–

riente:- preciso

es no desperdi–

ciar la música: hai que bailar,

i

no mostrarse entristecido .

Chalku

Chímac

contestó

con gallardía:

-Sacaremos, lnka,

una pa·

reja, i bailaremos juntos.

1 sacó

a Súmac Urni. en

tanto Huáscar

tomaba

a· Kusi

Koillur, la divina chincha.

Mientras así se divertía t>n

d palacio de Sapan lnka Hnai–

na Kápac. desde medio día se

istalaron en las

plazas

'i

en las

calles,

tremendas

chombas de

burbujeante

chicha, que se

co–

menzó

a servir al

pueblo con

toda profusión.

1 al caer la tarde, innúmt: ·

ros setvidores

sirvieron

el

ban•

quete con que Sapan lnka con·

vi daba a la concurrencia.

Junto a los manjares exqui

sitamente preparados, se les re·

partía

fruta en

abundancia, 1

especialmente el llla. Tanta, pan

sagrado, regalo

divino

que la

gente comía por

única vez du·

rante el año, i con la unción que

requería regctlo tal del Sol.

· Terminado el banquete, se

les repartió las hojas de la divi–

na coca,

que al igual

del Hla

Tanta, conservaron en parte pa·

ra llevarla como la más cara re·

liquia i como el más caro rega·

lo, hasta el lejano hogar; para

que aquella bendición alcanzara

también

al paladar de

los pa–

rientes que esperaban con impa·

ciente anhelo, semejantes recuer·

dos de la fiesta de su Dios.

Los bailes

i

diversiones po–

pulares sólo

se fueron

amen·

guando con los

primeros rayos

de la aurora.

Así continuaron aquel año

los festej-os de la máxima Fíes·

ta del Imperio, por espacio de

unos días, en l-os que Tahuantin·

suyu todo saboreó la dulzura de

la más completa Hbe.-tad.