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aiJ.lu

de Atau Hua1pa, iban rien–

do de Rumí Ñahui, que se ha–

bía embriagado i estaba dema–

siado paTlero.

-Rumí Ñahui se ha vuelto

una chaiña,- exclamó 1\la Tika.

-La chaiña eres tú,- con–

testó el lnka, rápidamente.

-Ya no es la chaiña: es un

zorro que se defiende corrien–

do,- dijo alegre Kánchak.

-Si no fueras una uikuña

que causa lástima, el zorro te

comería,- contestó Rumí Ñahui.

Tenía inmediata respuesta

para todas las burlas; parecía

un puma acosado, y eiio hacía

morirse de risa a las ñustas ...

Entretauto, lej.ano rumo·r

llegaba hasta Kosko . Era Ta–

huantinsuyu que también se di–

vertía con Intip Raimi.

Por laderas i colinas, 1as

fogata::. se encogían i estiraban

iluminando la ciudad. A sus res–

p1andores se veían mi.liléires de

sombras. que a lo lejos simula–

ban espectros en fantástica or-

gía.

Nadie había pensado en

dormir. Por todas partes se bai–

laba al ·sÓn de antaras, kenas,

tinyas i otros instrumentos de

música.

Tahuantinsuyu se divertía,

mientra~

Sapan inka se iba a

entregar al divino sueño. Los

cervatillos· triscaban, mientras el

puma se iba a dormir.

· La algazara

t.en

~a

despierta a

la Tierra i no dejaba pegar fas

pestañas a los luceros.

No faltaban, sinembargo,

gentes preocupadas. Como en

todos los lugares del mundo,

muchos aprovechaban de la

max1ma fiesta, porque a ella a·

cudían los médicos ñ1ás famosos

i ,los

má~:¡

famosos augures.

Por eso, mientras la mayo–

ría se entregaba al placer, de–

jando de lado las zozobras

i

los cuidados, en algunas fogatas

se consultaba a los augurec; de

todos los rincones del Imperio,

que

el pueblo

mi~mo

se encar–

gaba de aureolar les de las más

misteriosas leyendas.

Se buscaba remedio a ma–

les

incomprensibles~

se anhela–

ba con ansiedad conocer el por–

venir; ¡se quería dar una expli-

cación a la vida! .... . .

Otros habían venido tra–

yendo sus propios konopas, o

los de sus familiares, cuya e–

sencia divina habían notado que

h'\bí'a desvanecido; o nuevos

konopas para la prole. T alisma–

nes que habían sido ya dados a

los sacerdotes, para ponerlos en

contacto con los dioses de cada

pueblo, cuyo contacto con los

dioses les trasmitiría el espíritu

de huaca , o sea e\ espíritu de

divinidad.

Otros habían traído diver–

sos frutos, como papas, maíz,

para ser bendecidos i así llevar–

los a los graneros con el fin de

lla111ar la abundancia.

Hasta esa hora, ya había

pasado el pavor, que como una

ola se extendió por sobre toda

aquella muchedumbre 'mpol1e'1-

te, cuando el águila cayó en la

gran plaza, i luego cuando el

Sol se ocultó a los ojos de su

pueblo por un· momento. 1 no

obstante, no eran pocos los si-