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~u
Capltan,
de acuerdo con las
Jeyes de
los In
kas .
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Cuando el imperial palacio
terminó
-de
-engullirse
a
la ex–
traordinaria Corte
de T ahuan–
tinsuyu, el gran pueblo sé vació
en Kuúpata
i dió
comienzo a
las prueba!: de sus mozos.
Ante Capitanes
especiales,
¿esignados p-or el lnka, comen·
:zaron
a
demostrar su gran capa–
cidad, en carreras de velocidad,
saltos, ejen:icios de destreza, que
el pueblo aplaudía con frenesí
rayano en la locut·a.
Colocado5
luego en largas
fila~.
hicieron
un
simulacro de
guerrear con hondas.
Giraron las huarakas i sol–
taron a un tiempo las amenazan–
tes puntas, produciendo un !ápi-
do chasquido .... . .
Los proyectiles hicieron cer–
tero impacto sobre cráneos esco–
gidos.
Otro grupo numeroso reem–
plazó al primero .
Templando
el arco, se e–
charon
J.osmozos hacia atrás, en
·•iolento esfuerzo, dejando vene
el cordaje de los nervio5 . . .. . .
Veloces como un rayo par–
tieron las flechas
disparadas, i
fueron a herjr muñecos coloca-
dos a distancia . ... . .
Así fueron demostrando su
destreza en el manejo de las o–
tras armas del Imperio: chukis,
estólicas, makanas . . ... .
Con los chukis hicieron un
simu!acro
de
ataque i de defen-
sa .. .. . .
Lanzaron las estb.licas
con·
tra blancos
hechos en tablont's
especiales.
Con
matemática pre•
cision lanzaban
la
afilada hoja
de reluciente bronce, que descri·
hiendo una parábola, iba a da·
varse certera i con violencia.
Pero fue el simulacro de la
lucha con
~akanas,
la que má.s
tensos puso los
nervios
de la
multitud, que contempló con
pa~
sión
i
vehemencia la batalla ... .
Gustaba el pueblo aquellas
maniobras militares de sus hijos,
que les recordaban asimismo las
hazañas de
su mocedad,
i que
ahora terminó cori un griterío de
triunfo, ensordecedor,
que fue
a clavarse en el corazón de los
peñascos .
-¡Ayllil ... .. .
-¡Ayllil . . .. . .
La Tierra misma estaba es·
tremecida .
Al terminar,
los mozos, a·
compañados- de
las más bellas
doncellas, entonaron sus más be–
llos cantos de guerra y de
l
:iun–
fo.
Fuertes abrazos sellaron ,, ·
que!los simulacros . .. . . .
J\lírkai le decía
a ros mu–
chachos:
-Y
a podéis
seguir a nues–
tro lnka, i morir
por la gloria
de su Padre
el
Sol .
La chicha fue vaciándose
i
alegrando
al pueblo
inmenso,
que pronto comenzó
a
~aborear
el gran banquete preparado pa–
ra él .