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J.
Imbelloni: Pachakuti IX
pósito de que
'se conservase en el Hiio la Memoria de la Har;aña
del Padre',
mediante el cual Garcilaso quiere explicar el hecho
que el padre impusiese al hijo- por testamento- el sobre–
nombre
Pachakuteq,
reúne los extremos de un alegato tirado
por el cabello.
Por lo visto, los razonamientos que el Cronista ha acu–
mulado en esas páginas de los
Comentarios
sólo logran engar–
·bullar más intensamente la madeja, y muy de cerca recuerdan
los vulgares episodios de la práctica judicial en que el reo
multiplica sus justificaciones con
motus in fine velocior.
Garcilaso -
harto todos lo saben -
quiere 'explicarlo
todo',
y
convertir cualquier incertidumbre o aspereza en
narración lisa
y
llana; más que en verdadera narración, di–
remos con justeza, en discurso altisonante y sentencioso.
Poco se detiene a sopesar si una u otra noticia o referencia
pertenece a la historia real o a la leyenda- declaran otros
Cronistas
'hallarle muy fácil en creer una fábula, cuento, o
sueño de vieJas'
(
13
)-y
mucho, en cambio, aprecia las oportu–
nidades de enhebrar una tras otra las características ora–
ciones lujosamente vertidas en su bello estilo solemne
y
los
propósitos edificantes con que realiza, más que ningún otro
Autor de la historiografía peruana, el género literario-moral
de un verdadero
opus rethoricum.
15. -Autores que eliminan del lnkario al soberano
Pachakuti.
En resumen, hemos visto en las páginas que anteceden
que Garcilaso bien conoció las dos versiones tratadas en el
párrafo 13: tanto la que considera a Pachakuti encarnado
en la persona de Túpaq Inka, como la que lo considera uña
sola cosa con Wiraqocha. Sostiene que ambas 'confusiones'
fueron obra de los 'Historiadores Españoles', y ambas las
combate con los sistemas que
a~abamos
de analizar. El Pa-
(13)
Libro I , cap . 2,
§
1 (pág. 17).