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fardo pesado. Atok no podía más · y se detuvo ante la casa

de una anciana pastora:

-Estoy muy cansado y voy a beber al arroyo. Cúídame

este saco hasta que vuelva_.

-Déjalo aquí -le contestó la

ind~a-.

Nada temas;

yo

ni siquiera me acercaré a él.

Cuando el zorro se hubo alejado, se·sintió presa de una

gran curiosidad. "¿Qué habrá adentro?", se ·preguntaba. Y

rápidam-ente lo abrió; los pájaros le saltaron a la cara

y

se

. alejaron a todo vuelo ... , ¡todos, sin quedar uno solo!

Para evitar la venganZla del zorro, la mujer Henó

el

saco con hojas de nopal, y lo volvió a amarrar; cuando éste

regresó, le preguntó:

. -¿Dónd-e está mi alforja? ..

.

fto

la has tocado, ¿versad?

-Por nada del mundo. No tenía el menor interés ...

Atok, entonc·es, confiadamente se Jo echó al lomo y par–

tió hacia su cueva. En el camino sintió una picazón en el

espinazo· y se echó a reír:

"¡Ah, ah! -pensó-.

Es

uno .de mis pajari>llos que ·me ·

clava con el pico."

Y continuó caminando alegremente.

Cuando llegó a su escondrijo, llamó a su.s pequeños, que

acudieron a rodearlo, esperando con el hocico abierto los

. manjares que su padr·e les traía; pero, cuál sería su sor–

presa cuando al abrir el saco saltaron las espinudas hojas

clavándoles los morros ...

La venganza es siempre mala consejera.

El mal hermano que

se

convirtió

en bestia

Dos

hermanos, con sus ·respectivas familias, vivían uno

al lado -del otro.

Huamán, el mayor, era rico y malvado; Tacuy, el me-

nor, por el contrario, era muy pobre.

.

En cie.rta ocasión, aquél d'ió una gran fiesta en su

casa

para celebrar el prim·er corte de cabellos del último de

sus

vástagos. Tacuy se presentó en la cabaña, y uno de los in–

vitados dijo a Huamán:

-Allí viene tu heTmano; hazlo entrar.

-No -respondió

el

or-gulloso indio-.

Ese,

a

mis

ojos, no

es sino un esclavo.

El desdichado alcanzó a oir el insulto y en el acto se

alejó, embargado de dolor; atenaceado por el hambre, se di-

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