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a ·echarlo a perder. Yo toco solamente de vez en cuando,
mientras
~que
tú lo haces sin parar.
Pero el improvisado
ar~~ista perm~neció
.sordo a sus
sú-
·
plicas
y
reanudó la música, loco de entusiasmo
y
de orgu–
llo, sobre todo cuando vió acudir_a todos
los
demás anima–
les de las cercanías.
La dulce ·melodía despertó a las mof,etas que dormían
en sus guaridas
y
corriendo treparon hasta la cumbre de la
colina. Cuando vieron al zorro ejecutar tan hermosa música,
se pusieron a bailar. Pronto fueron imitadas por los otros
animales
y
la danza se hizo general.
Era tan cómico el
~espectáculo,
que el mllisico
se
echó a
reír ·con tan buena gana que el hocico se deiScosió brusca–
mente
y
se par:tió hasta las orejas. El pico-flauta saltó le–
jos
y
fué,. a caer ·al pie del árbol donde estaba posado el
huaychao, que lo cogió
y
empr·endió
~el
vuelo, dejando al
zorro avergonzado
y
confuso.
Así se vieron castigados el abuso de confianza
y
Ja
es–
túpida vanidad.
*
Como podemos ver, por los e}emplos anterior.es, los La Fon–
. taine ·Quichuas poseen bastante inventiva para fustigar los
liefectos comunes de su raza.
CAPÍTULO III
El espíritu quichua a través de sus C1fentos
Ya hemos visto ·Cómo el quichua ISe siente atraído por
todo lo maravilloso, por lo sobrenatural, por el heroísmo,
la superstición, la magia
y
lo monstruoso;
POT
todo aquello
que transpqrta su imaginación a un mundo de misterio.
Esto
·es lo que encontramos en sus cuentos antiguos
y
mo–
dernos, que no
.s~e
distinguen preeisamente por su jovialidad
y
finur.a ...
El hombre encantado
Pardavé era
11P
indio pobre, sin
of'i~c-io
ni negoció co–
nocido. No tralbajaba en las minas ni en los lavaderos d·e
oro; sin embargo, nunca le faltaba este valioso metal, el
que cambiaba por alcohol, al que era muy af.icionado.
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