culpó
diciendo
que
sus
pata,s se
h abían ·enredado
'3n
los
es–
p-esos matorra!es:
__:__,otra cosa habría sido :si hubi·éramos corrido aseen-
.
~
diendo· por la pendiente de alguna col.ina limpia de malezas.
¡El tonto no pudo adivinar la verdad! El sapo había
apostado ·en diversos lugares, a lo largo de la pista, a va–
rios de sus cómpañero.s, desde donde habían croado en el
momento requerido . Por último, él mismo le esperaba triun–
fante a su llegada. a la meta.
Todo zor]}o astuto encuentra siempre un sapo má:s listo
que
él.
·
/
La zarigüeya y la oruga
Cierto día una zarigüeya se paseaba l·d1straídamente por
·el campo, cuando descubrió una oruga, triste, flaca, que se
'
,'
aTr.astraba medio ·muérta de pambre. Compadecida aquélla,
le preguntó:
-
-¿Dónde vas,
pobre~
ruga?
A lo que ésta contestó hum.ildemente:
-A roer alguna raicilla de maleza.
·Llegó
-el
Invierno con su séquito -de fríos, rigor·es
y
pe–
ligros; después la primavera, con sus lluvias, rocíos, fiores
y
frutas.
.
Un
hermoso~
día,_las dos antiguas conocidas volvieron
a encontrarse; pero esta vez la oruga caminaba ·erguida,
hinchada- de orguLlo, pÓr entre las hojas de un campó de
maíz. Pasó al lado de la zarigüeya, desdeñosa y sin mirarla
siquiera. Sorprendida ésta por tan notable cambio, le pre–
guntó:
-
Señorgus:ano, ¿dónde vas con
~ese
paso?
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Aest.as
palabr.a.s., l,a oruga se irguió más
todaví~a
y, fu- ·
T:
io.sa,le respondió con suficiencia:
-Voy a comerme el corazón del maíz.
_
Dichas estas palabras, l'evantó la cabeza, tanto
y
tan
bien, que la vió un zorzal
y
se pr·ecipitó sobre ella devo–
ránool.a. ·..
·Aquel que permanece humilde en la' buena fortuna, se
evita muchos daños . .
La pata silvestre y la ,zorra
La esposa de un zorro preguntó cierta vez a una pata
silvestr-e por qué sus polluelos tenían las pata.s coioreadas
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