descriptibl·e. En medio de los chillidos de la muchedumbre,
el subprefecto, g·esticulando como un molino de vlento, tra–
taba -en vano de res.tablec·er ·el orden. Por último, disparó su
pistola en señal de intimación. Esto bastó para enc-ender la
pólvora y la
~ey·erta
se hizo general.
Los hombres peleaban a puñetazo_ limpio o se azotaban
con los látigos; las muj-eres, con los cabellos en desorden y
un niño a la ·espalda, no sólo se apedreaban furiosamente,
sino que S:e lanzaban puñados de ti-erra
y
ceniza. Un grupo
. de ellas se lanz.ó sobre
los
guardias y los maltrataron sin pie–
dad. Los gritos ensordecían y corría la sangr·e.
Los .quillanos,
m~enos
numerosos, perdieron terreno; ro–
deados por sus
v~ncedores,
no 'les· quedó más remedio que
buscar refugio en la iglesia, asilo
inviola~ble,
donde no po–
dría, aJcanzarles el furor de sus enemigos.
Atraídos por ·el barullo que formaba la multitud, tres
de nuestros misioneros, casualmente ·en Huancaralla, se
asomaron a la puerta y contemplaron el espectáculo con la
~ons.iguiente
sorpresa. La muchedumbre se acercaba hacia
la iglesia, mi-entras que el subpr,ef.ecto y sus guardias, como
conejos acosados, escapaban a todo correr.
.
Rápidamente los sacerdotes desc·endieron hasta los com-
•
1
batientes. Mientras uno de ellos hacía entrar a los derrota-
dos invasores al ·edificio de la misión, exhortándoles a la
caridad cristiana, los dos restantes acompañaron al otro ban–
do hasta sus r-espectivas chozas.
-
Ve.amos qué había sucedtdo, entretanto, con el subpre-
fecto y .sus hombres. FStvor·ecidos por la oscuridad de la
noche, r·ecobraron el perdido valor y decidi
1
eron volver a
Huancaralla,
~con
·el objeto de castigar a los rebeldes; pero no
contaban con el furor de los embravecidos indios, quienes,
viendo ·en aquéllos víctimas
~propi-ciatorias,
se apoderaron de
tr·es guardias y los encerraron ·en una cabaña abandonada.
- 1Solam.ente al atardec·er del día sigui:ente fueron pues–
tos en libertad .y
pud~eron
regresar a su pueblo, hambrlen–
tos;----·extenuados y d·espoj adbs para siempre de sus fusiles,
pistolas y sables.
•
*
Conozcamos ahora los procedimi-entos---indígenas cuando una
aldea se subleva contra las autoridades.
Los.conjurados. se re!Únen en un lugar secr·eto de la mon–
taña o bien en la ·casa del cabecilla. Allí, cada uno expone
sus quejas, y una vez de.terminada la r·esponsabilidad que
284
/