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.

En

~el

segundo caso, la

~cuestión

se decide allí mismo por

medio de una batalla campal. El día fijado,

los

j-efes dé .cada

bando reúnen a sus partidarios, y después de embriagarse

para excitar su valor, los contendo,res empiezan a 1uchar

-arrojándose unos contra otros. Terminado ·el combate, el

te–

rreno-queda sembrado de muertos y heridos ... ¡Pero qué im–

porta! Vencedores y vencidos lavaron la afrénta y salvaron

su

honor ... ·

_

,

Y la vida continúa su- curso normal, como si nada hu-

b~es.e

ocurrido.

Tercer delito: dramas domésticos.----iEn

términos gene-

1

·

·rales, ·el ·abori.gen peruano es buen esposo y padr·e amante.

Desconoce ·el divorcio legal y por ningún.motivo

se

atrevería

a atentar contra la vida de sus hijos., ni antes ni después-de

, su nac_imiento; pero frente a la infidelidad conyugal, el

ind~o, .

tranquilo y quefiendón de

sus

familiar,es, si·ente des–

pertar en su interior la bestia del salvajismo atávico y co- - .

mete los ·más terribles y sangri·entos desmanes.

Sin ·embargo, ,estos casos se pr-oducen muy de tarde en

tafide. Conozcamos uno, consignado en los archivos judicia-

les de Huanta: ,

·

En

1929,

el indio Antonio Huamán habitaba con su mu–

jer ·en la. aldea de Manapunco. D'e fÍlSilco poco agraciado,

flojo y a menudo ausente de

su

hogar, se mantenía, sin em–

bargo, fiel a

su

·eáposa. Cultivaba su heredad,

~n

buena ar–

monía con

su

vecino, qui-chua .adinerado y

r~elativam-ente

.lnstruído; Laveriana, la mujer de 'éste, era la imagen mis–

ma de la pervers;idad, y como había si-do en una época :ta -...____

amiga de Antonio, espetaba corrompe:rl,e. No obstante, trans–

curri·eron si-ete años y

nad~

sucedió.

En

1936,

l~a.

malvada india quedó viuda, y de nuevo pen–

só en sus propositos d·eshonestos. En efecto,

valiéndos~e

de

la reputación de curandero de que gozaba Huamán, le ten–

dió una cel·ada.

<.

En

1937,

Laveriana ·envió a Uno de .sus pari'rntes a la

choza de aquél, con el si.guiente mensaje:

"En

Hua.lrus.pata

hay una joven en estado agónico. V·enid lo más pronto que

os

sea posible". S'in sospechar siquiera la intriga de que era

obj.eto, el indio siguió al mensajero hasta la solitari-a cabaña,

perdida en ·el lej a!!o val:le.

Allí, naturalment·e, no había enferma al,guna, sfno la

perversa india que l·e esperaba con abundante provisión de

aguardiente. Después de haber bebido algunas copas, Lave-

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