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Unicament€ los capitanes de cada banda Uenen derecho
a intervenir ·en el reparto de las reses robadas.
Segundo délito: las riñas sangrientas.-La
mayoría de ·
los . crímenes cometidos por el quichua tienen origen en su
natura1eza rencorosa, que le impulsa a vengar· las injurias
según la ley del Talión:
~'ojo
por ojo, diénte .pO'r
di~ente".
Un
TOb_9 Ouna Of,ensa insignificante basta pa:ra Cr,ear entre
dos adversarios un sentimiento .de odio mortal, que
se
va
agrandando
y
robusteci:endo, hasta culmina;r con la
terrib~e
Y
· sangrienta venganza. Veamos la manera
ear~act-erística
como
ésta
se
genera.
/
Si un indígen:a le roba a
su
vecino un corde·ro, sustrae
cte sus campos un saco de cosechas para venderlo o vuelca
un carro de semillas ·con el único ob}eto de divertirse, es
motivo suficiente para ·encendet
e~l
odio en el corazón del
ofendido.
..
Est·e, a
su
vez, comi'enza una prolija inv.estigación, y
recorre los alrededores buscando al causante de la fechoría,
y si n.o logra ubicarlo,
se
contentará con ·esperar la ·ocas.ión
de -devolverloe la mano, t·eniendo cuicfaao de inferirle lln per–
juicio dos veces mayor.
'Si se trata de afrontar un enem·rgo
d~emasiado
poderoso,
recurrirá
:a
las autoridades,
y,
haciéndoles un relato exage–
rado de los daños sufridos, tratará a toda costa de 'obtener
una orden que lo autorice a apropiarse del g·anado de su con–
trario, a título de indemnización.
Una vez cr·eado ·este c1illla de
belig.er,ancia, será inútil
tratar de negar a un arreglo
am1s~toso:
con el natural or–
gullo de
su
r:aza, el indio se niega a aceptar lo gue a
sus
ojos no
es
otra cosa que una
terr~ble
humiHación.
Entonces se llega a la lucha abierta: cada familia se–
cunda a su }efe r.espectivo
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y
ya tene.mos .formados dos ban–
dos en guerra que
se
odian, se host'iliz:an, se amenazan y se
causan mutuamente ·el mayor daño posible, en todós 1os
as–
pectos
y
·en· todas las oportunidades.
En esta sttua.ción, no quedan sino dos
r~ecursos:
una
tran~acc'ión
aparente de tregua momentánea y la lucpa sin
cuartel.
·
En el primer caso, los dénunciantes comparec·en
ap.teel juez, y después de
~exponer
sus quejas
y
discutir sus
dere–chos, aceptan el v·eredicto del tribunal,
comprometiéndos~e
a
cesar ·en sus rencH1as. Sin embar,go, se separan sin
r~e~con
ciliarse n'i d·e palabra ni de corazón.
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