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,

abandonan al viajero, sin preocuparse más de su suerte,

riendo entre ellos d'e la credulidad del incauto extranj-ero.

Si algún blanco llega a exasperarlos, vuelve a encenderse

en ellos la llama de sus instintos .salvajes y ya no conoc·e:n

límites en sus atropellos. En estas ocasiones, ·el corazón del

indio ·es inhumano.

-

En

1933, en Coaccamarca (granero de roéas), el dueño

de una hacienda hostigaba en todas formas a los indios de

sus dominios. Sus costumbr·es bestiales no respetaban ino–

cencia ni hogar·es. Todos .sus inquilinos debían venderle, a

él solamente, la totalidad de sus cos,echas, el pr·oducto de

sus

-rebaños, lo cual pagaba a precios irrisorios. Tanto a las

mujeres como a los hombres

le~

imponía

tare~s

abrumado:

ras y los azotaba

~amo

a animales. Pero Uegó el día en que

se coltnó la m·edida, y todos los colonos indígenas, reunidos

en una quebrada, decretaron la muerte del tirano.

Algunos días más tarde, habiéndose informado de qu.e

1

el patrón debía dirigirse - a Ayacucho, los indios se sitúan

en un lugar bo.seooo de las mon_tañas. E1 due:flo del fundo

avanza sin desconfianza, cuando de pronto un silbido rasga

el .aire. Despreocupado

y

feliz, el hombre continúa su ca–

mino sin sospechar la emboscada; pero un· instante más

tarde se ve rodeado, cogido, arrancado de la silla, amarrado,

amordazado y arrastrado lejos del camino. Allí comienza su

suplicio. Sus v·e;rdugos le cortan lentamente, una tras otra,

las veinte falanges de los dedos; luego las manos y los

pie~;

seguida los

bra~os,

primero hasta el codo y después hasta

el hombro; finalmente las piernas, hasta las rodillas y las

ca-deras. Como la víctima respira aún, l·e rodean el cuello

con una cuerda y suspenden el tronco mutilado a un)a rama.

A la noche siguiente van a colgar los restos sangrientos a

los arbustos situados frente a la casa de la hacienda., como

testimonio, ante la familia, de su. cól·era terrible y su ven–

ganza. ·

De regreso a Lima, en 193

1

9, me contaron esta reciente •

_anécdota: el recaudador de un distrito de Huancayo carga–

b.a de impuestos y multas injustas a los naturales de su r·e–

gión. Indignados

p.o~

tari

tos-

abusos, un grupo de indígenas

se colocó al acecho en una quebrada; capturaron al funcio–

nario, y, acto seguido, le abrieron el pecho de un solo tajo.

Después de arrancarle e1 corazón, lo pisotearon furiosamente

en represalia por su implacable cruelda·9. hacia ellos; y la

lengua, ·que había ordenado tantas extorsiones, se la extraje-

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