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el golpe, derroehan todos sus recursos

de

espíritu, de mal–

dad, de fuerzas

y

de incansable constancia. ·

Ingeniosos en su malicia, astutos

y

discretos, los qui–

chuas son maestros en el arte de organizar emboscadas. Agi- ·

les como los cabvos de sus selvas vírgenes, más resistentes

que sus llamas, conocedores expertos de los más ·estr·echos

senderos, excelentes jinetes cuando .es pre-ciso, se hacen

im–

visibles adaptándose al hueeo de una roca, un repliegue del

terreno, las ramas de un árbol o un arbusto. Sobrios

y

pa–

cientes, esperan horas

y

días enteros la oportunidad de una·

.victoria cierta.

Una vez decididos a afro:t:ltar la muerte, no temen a

nada; de aquí su bárbaro cor.aj.e cuando .se traban en lu–

cha. Dada su facilidad para moverse tanto de noche como·

de .día, son, para el blanco que los ha provocado o exaspe–

rado, adversarios terribles e implacabl·es.

Además, lanzado,s ·en un levantamiento, tanto las mu–

j

er·es

como los hombres se vuelven feroces. Con una calma

atroz

y

una fría cólera s_e dedican a la matanza, a los más

es

pan

tosas

actos de barbarie, al placer sádico de desfigurar

y

mutilar a

sus

víctimas.

·

*

1

El corazón del indio permanece, naturalmente, indiferente

ant·e un desconocido

y

los extran}eros en general. ¿Aeaso

no están entre

ellos

sólo de paso-? HombTes

y

mujeres

se conten!tan con manifestarse desdeñosos, evitar

los

en–

cuentros

y

rehusar

su

hospitalidad en las ·chozas. Pero,

al

mismo ti·empo, los espí,an, los analizan

y

se manti·enen

en guardia.

Si · el viajero

se

demuestra amable

y

cordial, sospechan

inmediatamente una segunda intención,

y

pose·en una ex–

traordinaria clarividencia para adivinar los motivos que

es–

timulan a esos extraños a ganarse su buena .voluntad.

Si por acaso descubren en los visitantes una curiosidad

·excesiva, un sórdido interés, o una audacia inoportuna, in–

mediatamente le declaran una guerra sorda, disfrutando del

placer maligno de desairar

sus

avanees amistosos

y

desba–

ratar sus planes. Si se les pr·egunta un camino, aseguran no

conocerlo o dan una indicación falsa. Si se les implora

un

auxilio, una ayuda, víveres, les

es

imposible procurarlos.

¿Se les piden guías? Están entonc-es dispuestos a servir, pero

prevto pago antiéipado; luego, ·en pleno viaje, aun en los

sitios más peligroso$

y

en las soledades más desamparadas,

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