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dado mis órdenes; hombres de toda mi confianza velarán
sobre vosotros y la casa. No tienes nada que temer: nosotros
os amamos.
Estaban frente a una choza dentro de la cual se ocul–
taban doce indígenas, resueltos y c·eñudos. El Padre les habló
con bondad, los exhortó a perdonar como J·esús a sus ver–
dugos, les anunció que las autoridades retiraban la medida
abusiva y
q~e ~mismo
garantizaba la seriedad de la pro–
mesa. Al oír estas palabras, los rostros se distendieron. Pron–
~s
a pas·ar de una emoción violenta a otra, todos estos jefes,
que ya respiraban la matanza y el incendio,
se
miran feli–
ces, empiezan a cantar y a danzar y no c·esan de abrazar
reiteradamente al Padre.
·La cabeza de los jacobinos estaba salvada, y por aque–
llos mismos que ellos perseguían. Pero, ¿lo agradec'ieron
ellos? ¡Ah! Las almas viles no tLenen sem·ejantes delica–
dezas. Habiendo renunciado por -fuerza a la violencia, con–
ti.nuaron por lo menos propagando ponzoñosas calumnias
y
no cejaron 'en su guerra perversa.
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En
1913,
<los masones, el subprefecto y un candidato a
diputado,. reiniciaron francam-ente la lucha: llegaron a ob–
tener sesenta soldados y una ·caja de dinamita para volar
·el convento.
Ante el peligro, nuevamente se conmueve y subleva el
corazón de los indios. 1Como nos ·encontráramos en C'uares–
ma, los hombres acudían a las prédicas vespertinas armados
de garrotes y hondas, y las mujeres, con las faldas arre–
mangada:s llenas de piedras. Y todo.s, al término del sermón,
acompañaban a los Padres, desde la iglesi-a parroquial hasta
el monasterio, a 600 metros de distancia.
·
Obedeciendo órdenes de los perv·ersos funcionarios, "los
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soldados intiman a las .mujeres que suelten sus .guijarros, y
como ·ellas rehusan, las a.ziDtan brutalment.e; pero -ellas con–
tinúan impasibles su camino, apretando con más. fuerl(a sus
proyectiles.
El
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de abril, el subprefecto, medio .ebrio, es objeto de _
las-burlas de sus cómplices: se mofan de él y de su cobar–
día. ¡·Cómo es posible que con sesenta fusiles sea incapaz de
terminar con nueve monjes indefensos! Picado, se levanta -
de pronto de la mesa, hace tomar las armas a siete sol–
dados., los ·conduce a la iglesia, los alinea frente a1 altar· y
por tres veces_ les ordena. disparar contra el tabernáculo.
Indios todos, permanecen inmóviles, el arma al brazo, mien-
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