propensa a la inercia, debido a
su
ascendencia asiática. Por
esta razón impuso el trabajo como ley primordial de la na–
ción. Su saludo era una frase que le recordaba su deber:
"¡Ama [' ella!" (¡no seas per·ezoso!). Cada quichua era en–
tonces un ser dinámico, tanto de cuerpo como de alma, en
constante tensión, obligado a cumplir su trabajo según un
plan determinado y en estrecha colaboración con los demás.
Los quinc-e millones dé obreros de la nación quichua es–
taban divididos en equipos y podían trasladarse de un punto
a otro para los trabajos. ·Cada grupo debía hallarse pronto
para partir, a la. primera orden de su jefe, a cultivar un
campo, a construir una ciudad, puentes o caminos, a ex–
plotar alguna -m'ina o a luchar en una batalla. El reposo
era igualmente distribuido. ,El trabajo ·constituía úna fun–
-ción social orgánica, armoniosa y agradable ·en su esfuerzo
de conjunto.
Pero esta máquina humana fué estrope,ada por la con–
quista española. Libres de la imposición incaica, los clanes,
las tribus y tod,a la población volvió a su l·entitud primitiva.
La espada y el látigo de los conquistador·es debían estimular
a aquel pueblo, convirtiéndolo en una chusma de m·erc·ena–
rios. Y muy pronto el trabajar para los blancos constituyó
la mayor desgracia, la peor maldición.
Act~almente,
entre los indios modernos aún se nota
cierto entusiasmo por el cultivo de sus tierras, pero esta
laboriosidad está su}eta a dos
I~eyes:
la de no hacer nada
o lo menos posible ·en favor de los blancos y mestizos, y la
de. cuidar con exceso los intereses del colectivismo indígena.
í\demás del .secular atavismo asiático, hay otras causas
que provocan esta apatía. Una de ·ellas, oomo ya lo hemos
visto, es el uso de la coca, que para;l1za par,cialmente su
voluntad. Otra se debe a la extrema si.mplicLdad del alma,
desprovista de nobl·es aspiraciones y de v·erdadero ideal. El
quichua siente una incrreíble frialdad por los honores, el
p!'logreso, la gloria, J.a ambición, la
rique~a
y las comodi–
dades; por todos aquel'los poderosos alicientes que mueven
a la humanidad y enaltec·en al hombre.
Ante los trastornos políticos, los grandes acontecimien–
tos y los descubrimientos de la ciencia, la indolencia psiqui...:
ca del quichua perman·ece inmutable: ni su espíritu ni su
corazón
s~
conmueven ante ·estas maravillas. Considera con
indif·erencia cuanto .se halla al margen de lo estrictamente
necesario para su salud, para su vida y 'la de los suyos. Si
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