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no hay una fuerza mayor que sacuda
mom·entáneament~
su
ina-ctividad, permanecerá inalterable . De tal manera cons–
·tituye su indol·encia una segunda naturaleza, que los depe–
res inevitables lo.s realiza como autómata, sin poner nada
de su alma en ellos.
El quichua támpoco lee, ni es aficiQnado a la pintura
ni a la música (apenas conoce las cuatro notas de su flauta).
Y. j uzgándo'loiS superiores a su capacidad, huy·e de los juegos
y diversiones en que interviene el progreso moderno. Pe·ro
tampoco busca ni inventa otroiS al alcanc·e de ·su m·entali–
dad. Jamás se· le ocurriría (ni encontraría agrado) .sostener
- una conyersación am·ena donde entrara ·en juego la inteli–
g_encia, o hacer ·ej erc.icio ·físico por e·l si·mple agrado que
produce.
·
Apoyado contra un árbol, tendido en ·el suelo o sentado
sobre los talones, permanece horas enteras ocioso, mascan–
do coca. A 1o sumo hila un manojo de lana o pesc.a un
parásito, que deposita en el-suelo sin darse siquiera la mo–
lestia de matarlo. Sin embargo, a v·eces, ·en medio del en–
tusiasmo de una fiesta familiar, ·se anima
y
propone una
adivinanza, o relata una anécdota; pero esto. dura ap:enas
lo que un.a chls_pa.
*
/
Sin embargo, estos individuos, a .v
·ec.estan apasionados,
tienen también ·extrañas ·e increíBles
indo-J.encias. He ha!bla–
do ya .de la sensibilidad afectiva del indio, pero sucede que
ante el
d~or
y la enfermedad del prójimo éste se muestra
indiferente. Ya sea a.nte un pariente o un amigo agobiado
por la fiebre o por alguna de las
ine~pUcables
·epidemias
cordiHeranas, e¡l quiehua no se molesta por visitarlo y hasta
rehusa socorrerlo; considera que no le incumbe consolar' al
que sufr·e, y más aún cuanq.o el mal no ti·ene remedio.
En ·el corazón del quichua ocurre aquel hecho singular
de que atienda con mayor ternura
y
abnegación a uno de
sus caballos, vacas u ovejas, que a un amigo o pariente,
aunque éste sea su padre, su madre o un hijo. Le r·esulta
más doloroso matar a uno de
sus
animales domésticos que
presenciar la agonía de un semejant·e, y lam·enta más la
muerte de uno de aquél'los que la de un familiar.
Aun más:
si
la l·ey y las r·eiteradas r·ecom·endaciones del
·cura no Ios espolearan, muchos quichuas dejaría·n expirar
sus parientes sin el supremo consuelo de la religión. Así es
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