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y

de noche. Los robos de agua eran castigados implacable–

merit·e, con todo el ri.gor de los decretos

imperiales~

.

'*

Ley era no dejar estéril el menor

peda~o

de tierra, por in–

signifi-cante que pareciera. Por esto los clanes se ingenia–

ban para explotar hasta los rincones más ingratos, Allí

donde la roca afloraba a la superficie, trasladaban, a veces

desde muy lejos, gran cantidad de ti·erra de hoja que era

llevada a hombros por los

trabajador~es.

Si una pendiente

era pedregosa, la revülvían con sus instrumentos de labran–

za y separaban los pedruscos y los amontonaban al pie del

m-onte. Si

~a

capa superior era arcUlosa, los infatiga.bles

peones cavaban hasta ocho m-etros .de profundidad, si era

· necesario, hasta descubrir la tierra · vegetal. En ese hoyo,

r-

'

que araban, abopaban y reg·aban, -sembraban cereales y le-

gumbres. Descendían a estos h

uertos a

rtiJiei~lés

por una es–

calera lateral construída en la

arci.Ua

del borde.

En esta época lejoana la a

radura

se hacía en dos for-

'

mas. Ante todo se empleaba la carreta. Se llamaba así un

instrumento de madera de un metro de larg() afilado en

la base y

atraves~ado

por un bastón horizontal a 2·5 centí–

metros por -enci-ma de la punta. El indio lo hun'(lía vertical–

mente en el suelo, trepaba sobre el trav·esaño

y

apoyaba

con todo su peso para hJ,lndir .el arado al I¡náximo.

En

se–

guida, seis o .siete compañeros se uncíap. por m·edl.o de cuer-

'

das

y

tiraban todos de la carreta, arrastrándola a medida-

• que

~ba

cortando la tierra. ·Cuando se cansaban, otro equipo

los r·eemplazaba en la tarea.

·Cuando se trazaban, de este modo, dos líneas paralelas,

.

'

un tercer grupo se preocupaba de remover la tierra de la

faja eentral con palas .y ,az.adones.

D~etrá.s

de éstos venían

mujeres y niños, -encargad_os de quebrar 1os terrones con una

piE.1ra redonda con mango de madera y de desmalezar la

ti=erra. Los

.sembrado~res

seguían inmedi·atamente; algunos

·con un largo punz·ón hacían hoyo.s a corta distancia unos

de otros, echaban dentro las paitatas; ·c·ere.ales o semillas de

algodón, según la

r~gión,

y los tapaban con un rápido mo–

vimiento del talón.

El otro método pre·cisaba una larg.a fila

d~

peones;

to–

do-s sobr·e un mismo frente, trabajaban cadenciosamente,

obedeciendo a las órdenes repetidas del

camayoc.

Al mismo

tiempo cantaban. A menudo una fanfarria situada a uno

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