tratadas se turnaban cada dos horas junto al difunto.
Du–
rante esta semana
y
me~lia
era prohibido hacer bromas, reir,
ha.blar en voz alta o encend·er siquiera el fuego. Las comidas
eran frías
y
se efectuaban a una prudente distancia de la
casa.
-En el día, sale un cortejo
y
recorre los lugares frecuen–
tados antaño por el jefe: las lloronas recuerdan sus bellas
ac-ciones, los ashstentes braman de dolor,
y,
en ocasiones,
todos danzan
y
beben para celebrar las admirables virtudes
del .Qifunto. don encantador sentido de previsión, los indí–
genas jamás olvidan de dejar en cada uno de los lugares
visitados algunos vestidos
y
víveres en caso de que el alma
regrese alli, invisible
y
vagabunda.
Después-de la puesta del sol se reanudan las danzas al
son de las flautas
y
los tambores,
y
hasta el alba cada uno
se
sirve a discreción maíz tostado
y
sabrosa chicha.
De este modo transcurren siete días. Al cabo de este
tiempo se saca el cadáver de la casa
y
todos los objetos que
se han de enterrar con él; en seguida
se
incendia la choza
con todo el resto del amoblado, a fin de que nadie pueda
profanarlos en el futuro.
~
Cuando se trataba de algún príncipe incaico, los brujos
intervenían con misteriosos conciliábulos. Después de con–
sultar a los espíritu.9 e invocar a las almas de los antepa–
sados, designaban a varios paríentes del ilustre difunto -
niños especialmente- para ser inmolados a las divinidades
protectoras de la tribu o la casta. Sacrificadores especiales
sofocaban a las víctimas ·dentro de un saC9
y
luego las acos–
taban j:unto al personaje que honraban con su inmolación.
Finalmente, se llevaba a cabo el entierro. Colocados so–
bre angarillas, los cadáveres eran trasladados a la sepul–
tura en medio de sollozos, música
y
cantos fúnebres.
*
Los sepulcros varían según las regiones.
En
la costa los hay
de cuatro clases, en relación a la importancia
y
catego–
ría del difunto: simples
f~os
en la arena seca; anchos po–
zos con muros de ladrillos ·en crudo, en los cuales se han
abierto nichos; colinas artificiales, compuestas de pequeños
compartimientos sobrepuestos, en adobe; pirámides de ce–
mento, con cámaras funerarias colocad3JS unas sobre otras.
Estas dos últimas clases de mausoleos, verdaderas colmenas
de muertos, miden, las primeras, de 15 a 30 metros de al-
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