melancólicas estrofas de una Yidala, y este solo detalle le habrá identi–
ficado como argentino legítimo, ni más ni menos que un
}'amhue,
o
un
yamvi
identificaría a un peruano.
He mencionado tanto el yarahue, como el yaraví, no por mera
comparación circunstancial, sino por la acción forwsa de cohesión de
tres naturalezas idénticas; o, hablando más explícitamente, no se puede
nombrar la viclala argentina, sin la idea del yarahue y del yaraví perua–
nos, ya que tales manifestaciones folklóricas son la misma cosa; son
como tres arroyos que cursan por diferentes cauces, pero sus aguas
nacen de un manantial único.
En efecto, el
yamhue,
es un canto ele amor perteneciente al
génem
e·rótico
ele la música incaica, y se caracteriza por su aire
solen~ne
y a
la vez sentimental, como que canta el Amor en todas sus manifestacio–
nes. Este género utiliza una extraordinaria variedad de ritmos y
compases, dando lugar a diferentes conformaciones fraseológicas; pero
su característica
princip~l
estriba en que está fundado en base de diversos
sistemas musicales, desde la trífonía hasta la eptafonía en sus diferentes
especies, sin excluir el modo mayor, a diferencia del yaraví, que se
presenta exclusivamente en
el
modo menor.
Los tipos m<ís hermosos del yarahue incaico son, indudablen1ente,
los pentafónicos; pero también están adornados de las mismas cuali–
dades específicas los que obedecen a escalas hexafónícas, entre las que
se destaca una que, llevando como nota distintiva el segundo grado,
ofrece la siguiente sucesión: LA, SI, DO, RE, MI, SOL.
Ejemplo típico de YARAHUE incaico en esta escala, es el siguien–
te, nominado "Urpichallay" (Palomita mía) , procedente ele la provincia
de Acomayo, Cuzco, Perú:
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