originales. Puede decirse que por regla genernl se edifi–
caban en torno de un patio, con una pared exterior no
interrumpida y sin ventanas, salvo raras excepciones. La
entrada, en todo caso era ancha y elevada, pudiendo un
jinete pasar libremente por ella. El dintel era siempre
un pesado tablón de piedra, y en él se esculpían, figuras,
lo mismo que en las jambas, predominando las de ser-
. pientes, quizás porque entre los peruanos, como en otros
pueblos, la serpiente era un símbolo del Sol. Es evidente
que estas entradas se cerraban con puertas de alguna
clase,
pue~
quedan restos como de goznes y dispositivos
para atrancar.
Las paredes de estos edificios, lo mismo que las de las
terrazas, son ligeramente inclinadas hacia dentro, y en
algunos casos, se adelgazan en la parte alta. Las paredes
del Cusco son todas de piedra labrada y de la traquita
de Andahuaylillas, que siendo de granos gruesos produce
mejor adhesión en'tre los bloques lo que no ocurriría
empleando otras piedras. Estas son de diversos tamaños
en dife'rentes construcciones; su longitud varía de uno
a ocho pies y su espesor de seis pulgadas a dos pies y están
colocadas en hiladas regulareS. El tamaño de las piedras,
por lo general, disminuye de las 'hiladas inferiores a las
superiores, produciendo un efecto agradable de gradua–
ción. Las junturas son de una precisión desconocida en
nuestra arquitectura y no igualada en los monumentos
del arte antiguo en Europa. La afirmación de los antiguos
cronistas sobre que la exactitud con que estaban ensam–
bladas las piedras de algunos edificios era tal que era
in1posible introducir entre ellas la más delgada hoja de
cuchillo o
el
alfiler más fino, puede admitirse
como
es-
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