Qolqampata donde el primer lnka edificó su palacio,
hasta
la
confluencia de los dos ríos metafóricamente
llamada Pumaq-chupan o
la
cola del Puma. Dentro de
esta área, sobre un terreno que por delante desciende
hacia el valle y por los costados hacia los ríos, tuvieron
sus residencias los linajes o familias reales. Aquí se en–
contraban los palacios de los lnkas, las casas dedicadas
a la instrucción, los grandes edificios
en
que tenían lugar
las fiestas, el Convento de las Vírgenes del Sol, y más
abajo hacia Pumaq-chupan en la sección llamada Qori–
cancha, o lugar del Oro, el suntuoso Templo del Sol con
sus capillas dedicadas a la Luna, a las Estrellas, al Trueno,
y al Relámpago. Fué -aquí, donde después de la Con–
quista, los principales
conqitistadores
obtuvieron sus
re–
partimientos
de tierra y edificaron sus residencias adve–
nedizas sobre las ruinas de los palacios inkaicos. Sobre las
imponentes portadas de los edificios inkaicos que con–
servaron como puertas de los suyos propios, podemos ver
aún, esculpidas en alto relieve, las armas de los Pizarro,
Almagro, González, Quiñónez, La Vega, Valdivia, To–
ledo,
y
otros aventureros que por algún tiempo preten–
dieron emular en pompa
y
fausto a la anterior civiliza–
ción que dislocaron.
Por una coincidencia qmzas no del todo casual, se
estableció el Convento de Santa Catalina en el mismo
sitio y conservarido los muros de Aflla-wasi o del palacio
de las Vírgenes del Sol y está consagrado aún a las ves–
tales de una nueva religión. El Templo mismo del Sol se
ha convertido en Convento de los Frailes de Santo Do–
mingo, quienes en número insignificante prolongan una
vida inútil
~ntre
sus clásicos y grises muros - una ruina
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