Volviendo al asunto del plano de los edificios inkaicos,
como ya he dicho, se construyeron por lo general en
torno de un patio, al que tenían salida todas o casi todas
las habitaciones. Por regla general, éstas eran separadas
y parece que cada una se destinaba a un uso especial. En
algunos casos, no obstante, existían habitaciones interio–
res a las que no podía llegarse sino pasando por cierto
número de antesalas. Eran quizás alcobas, o recintos des–
tinados a las prácticas de la religión doméstica, o refu–
gios de los tímidos o de los débiles. Muchos de los depar–
tamentos eran grandes. Garcilaso describe algunos de
ellos, cuyos restos quedan aún para comprobar su vera–
cidad, y dice que pueden contener sesenta jinetes, con
espacio suficiente para que maniobren con sus lanzas.
Tres lados de la gran plaza de Waqaypata estaban ocu–
pados por otros tantos
galpones
o edificios públi<;:os, des–
tinados a las ceremonias religiosas u otros actos durante
el mal tiempo, cada uno de los cuales tiene capacidad
suficiente para varios miles de personas. Garcilaso no se
extralimita al describirlos como que tenían doscientos
pasos de largo y de cincuenta a sesenta de ancho, con
capacidad para tres mil personas cada uno.
Prescott y otros han incurrido en error al describir los
edificios de los antiguos peruanos, afirmando que eran
de un solo piso, bajos y sin ventanas. Ahora bien, las
paredes que quedan en el Cusco demuestran que eran de
treinticinco a cuarenta pies de alto sin contar la altura
del techo. Eran quizás de un solo piso, hecho sobre el que
nada puede afirmarse; por otra parte, sabemos que exis–
tían edificios, templos y casas particulares de dos y tres
pisos, con ventanas adecuadas para alumbrar los inte-
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