piedras primorosamente labrada que rodeaban un patio
en el que se abrían cierto número de capillas dedicadas
al culto de los astros y los departamentos destinados a
los sacerdotes y a sus sirvientes. La crónica erróneamente
atribuída a Sarmi•ento, afirma que no vió en España más
que dos edificios que pudieran comparársele en su ejecu–
ción, y Garcilaso dice que todo cuanto escribieron los
españoles acerca del templo, y todo ciianto él mismo
hubiera podido escribir, no alcanzaría a dar una justa
idea de su grandeza. Estaba situado como tengo dicho,
en la parte baja de la ciudad, en el barrio de Qori-kancha
o lugar del oro, sobre el lecho del río, hacia el cual des–
cendía el terreno, como
descien~e
actualmente, por una
serie de terrazas con caras de piedra labrada que forma–
ban los jardines del Sol. El templo propiamente dicho
ocupaba todo un lado del patio. La puerta principal, dice
GarciÍaso l!Staba al norte. Las cornisas de los muros es–
taban cubiertas con planchas de oro por dentro y fuera,
lo mismo que
el
interior del templo. El techo era de paja,
alto y apuntado pero el artesonado era de madera y plano.
En el extremo del este había una gran plancha de oro
representando al Sol
y
junto a él estaban las momias di–
secadas (algunos dicen embalsamadas) de los reyes Inkas,
sentadas en sillas de oro. La momia de Wayna Qhapaq,
tenía un sitio de honor cerca a la imagen, por ser el más
grande de los monarcas de la dinastía de los Inkas. Esta
plancha, de una sola pieza, ocupaba todo el ancho de la
pared y era el único objeto de culto en el edificio. ,Alre–
dedor del patio estaban los otros edificios separados, de–
dicados respectivamente a la Luna, a Venus, a las +>léya–
des, al Trueno, y al Relámpago y al Arco Iris. Había
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