EL éUSCó INKAICó
por
FERNANDO PACHECO
(1906?)
La ciudad se extendía de norte a sur desde las faldas
del Rodadero, denominado
Saqsay-waman,
hasta el cerro
Wanakauti, donde se hundió la barra de oro, y de este
o oeste desde las inmediaciones de la cordillera oriental
hasta la casería de Pukin. Sus calles son anchas y largas,
que se cortan en ángulos rectos, sus plazas grandes y bien
proporcionadas, sus casas sencillas y cómodas, y sus pa–
lacios elegantes y majestuosos. Ataviada con los primores
de una arquitectura abigarrada y matizada por el verdor
de su deliciosa campiña, presentaba un cuadro muy
agradable a los ojos del viajero. Está rodeada por todas
partes de sierras bastante elevadas; con dos arroyos a
los extremos de
Cchunchul-mayu
y
Chuque-chaka,
que
riegan las sementeras de las quintas circunvecinas. En el
centro de la ciudad había una bellísima fuente de agua
salobre para hacer sal.
La población hallábase dividida en dos partes princi–
pales: la septentrional denominada
Hanan-Qosqo,
Cusco
alto y la meridional
Urin-Qosco,
Cusco bajo. También
la segregaba en dos porciones el río Watanay, que atra–
vesando la ciudad de norte a sur dividía la parte occi-
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