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Arañita ponzoñosa
Que has hecho nido en 'las pajas,
Si tu pónzoña me mata
N
o
iré
más
a
tu casa.
Arañita ponzoñosa
Ves aquella cruz bendita
Que está en aquella pared,
Si tu ponzoña me
ma.taNo te volveré a querer.
Las estrofas que siguen son obscenas
y
de marcado tirite erótico,
y
la grosera adjetivación de sus versos, asi como el uso de sustan–
tivos licenciosos, obliga a pensar que también ellos cumplen una
función terapéutica sugestiva, como veremos más adelante.
Sabemos que la música tiene acción no sólo sobre el sistema ner–
vioso, sino sobre los fenómenos circulatorios. Esta influencia ha
sido claramente evidenciada en ciertos trastornos nerviosos
l
hipo–
~ondría,
istex·
il-ep ia etc. Su beneficio era tan saludable que
Felipe
calmaba de
U8
aa eso • de elancolía con el canto,
· habien o s
b·' de
f
tle los terrores
1siparse al solo
"
'l.JL,., .........
I.J~....,...""nótono
no es, sin
elodía que cumple
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n
a o en que la música
intervie
la curacion de las enfermedades.
Por eopfesiones de Jorge Sand sabemos que el piano curó su
grave enfermedad moral de más de dos años de existencia ; que
Teofrasto aconsejaba la m·úsica contra la ciática
y
la gota
y
Demó–
crito contra la peste.
El hermoso libro,
Rem.édes d'a.utrefois,
del DR.
CABANÉs,
es toda
una compilación de hechos extraordinarios
y
al
mismo tiempo minu–
ciosos, que demuestran, cuánto ha sido el poder sugestivo de la
música en tiempos en que ella era, posiblemente, mejor apreciada.
En efecto, ¿no sabemos acaso que en el siglo XIV, la hermana
de la reina de Francia, calmó sus sufrimientos oyendo los sones de
un arpa que tañía un menestral, contratado a
propósito~
Y el esta–
do estuporoso de la princesa de Belmonte, consecutivo a la muerte
de su esposo,
&
no fué a.caso curado por el cantor Rafl, que, visitan–
do el jardín donde la princesa se encontraba, fué invitado a cantar,
y
oyéndolo lloró copiosamente la princesa,
y
fué salvada?