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sin

más

posibilidades que las del molusco adherido a la roca en el

fondo del mar.

¡Qué fácil es sonreír ante una de esas curiosas recetas, tan co–

munes, que el pueblo prescribe y qué grandes nos sentimos ante esas

extravagancias pueriles, ante la fruslería fantástica, ante el

enrp.do

de fórmulas que más parecen el fruto de una mentalidad infantil,

que -el de un cerebro más evolucionado, como cabe suponer

es

el del

pueblo, tan experto y, por lo común, tan cauteloso! Sin duda, no

nos apercibimos cabalmente de su infinita tribulación ante el dolor

que ha de mitigar sin más recursos que los de su inteligencia pri–

maria, pues, está solo e inerme en su· lucha contra el mal;· no com–

prendemos la verdadera situación en que el pueblo se halla cuando

ha de conjurar imperiosamente el peligro que amenaza su vida

y

busca una ayuda

y

sólo encuentra en torno la naturaleza inmensa y

en su alma la débil lucecita de la fe o el mágico embrujo de la supers–

tición o la última esperanza.

Ahí

está la comadre buscando en el rancho desprevenido las ho-

jitas para el té

a '

n ·

· '"" de gallina o la grasa de los más

diversos anim es

atender

·e tr

ega la

a o

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sus ma os.

En el

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ra de una.

o onga demas1aCl , enos ae temor an e la muerte

del ser querido, u -aben

1111

den qué hacer. Nada hay y todo

falta. Ante lo imprevisto y lo desprevenido sólo cabe la improvisa–

ción.

Ahí

está la comadre

co~edida~

la buena vecina, la amiga, con

su corazón generoso, abierto al dolor de sus semejantes, con sus cui-

,

dados solícitos, y el inmenso deseo de calmar la ansiedad de esa

pobre gente, el sufrimiento de ese pobre enfermo, y nada más. Va

a la cocina, pide a unos y a otros, esto y aquello, y a la vecindad

que le presten lo demás, y ya está con la droga milagrosa o con el

emplasto cúralo-todo o con el sahumerio mágico. Luego, algunas ora–

ciones impetratorias al santo protector y "san se acabó". Ha cum-:–

plido piadosamente con su deber de solidaridad humana

y

"sea lo

que Dios quiera''.

.

Si el enfermo muere habrá sido su destino ; si cura, la fórmula

improvisada habrá engrosado el caudal de conocimientos populares,

aunque la· curación dependiese de otras circunstancias. Así se erigen