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fuera más que un remedio psicológico, ¿no valdría, acaso, emplearlo
aunque no fuese más que por lo poético del procedimiento YMien–
tras tanto, permítasenos apuntar el hecho de las •innúmeras fuentes
en que el pueblo busca
y
encuentra los recursos para luchar
co~tra
el
mal.
La boca del ternero es una de las tantas,
y
la tierra que
extraen las hormigas llamadas ''manqueras'', porque con ella se
fabrican las ollas de barro, del quichua:
~anqa:
vasija, es otra. En
efecto, dicha tierra sirve para emplastos en el tratamiento del ''gra–
no malo", con que suelen designarse los forúnculos o, mejor, los
ántrax, que tienen la configuración de un hormiguero. De donde
esta medicación tiene ·el valor P,.e una" cura simpática", expuesta en
el viejo adagio: "Similis similibus curantur ". Pasemos por alto el
empleo, tan difundido, de los emplastos nauseabundos
y
detengá–
monos un momento en el
re~edio
que preconizan contra ciertas
inercias uterinas, cuando tarda la expulsión de las ' ' paries' '. En
estos casos hacen beber a la enferma "un poco de agua de jabón"
quizás con el
ro ósito de · provocar las náuséas o el vómito para
que la contracción actúe t E b·én
el útero o tal vez, con
la cree cia; errónea de qu
i
a;
•
bo osa lubricar las
entrañ
d
· nta
El
e involucra todas
edio de un té en
acero, una chirola
a
o ona d
r o '. Como s.e ve, la
receta
o es simple, sino por el con irario, complejísima y, sobre
todo, abstrusa, hermética, de tinte marcadamente mágico. Es una
curiosidad interesante pero nos guardaríamos de sonreír ante ' ' ta–
maño desatino'', porque ignoram9s el sentido mágico que encierra
y lo ·que dicha receta significa para el
pueb~o,
pues, lo que vale no
es el beneficio, únicamente, sino la fe que_se pone en su misterioso
efecto.
Lo impenetrable de ella, contrasta con la semiclaridad de las re–
cetas que van a vers-e a continuación
y
que se prescriben para e]
tratamiento de la tartamudez infantil. Las. tres son también muy
curiosas
y
el , sentido, aunque oculto, puede . ser interpretado con
alguna aproximación valedera. Ante todo, existe la creencia ·de que
el niño es tartamudo por debilidad o por 'susto, características que
no se observan en el adulto, según la opinión de la gente del pueblo.
En consecuencia, se aconseja en esos casos "hacer fumar 'al n_iño"
o "darle agua amanecida en un cencerro" o bien. "colocarle sobre
la lengua un pelo de hombre''. En dos de ella, vemos la clara