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LA PICADURA

Toda herida producida por insectos, reptiles y arácnidos, lleva

el nombre genérico de ''picadura''. Así se dice: ''picadura de karán

o avispa", "picadura

1

de araña", "picadura de víbora", etc.

Las ''picaduras de avispas'' se curan, aplicándose en la herida,

de la que se quita previam·ente el aguijón, ''una cataplasma de ba–

rro", ,la cual obra como analgésico y antiflogístico. Usan también

''los paños de vinagre con sal'' o la ''grasa de carro''.

Cuando el caso lo requiere buscan "hojas de palán-palán (Ni–

cotiana glauca),,las "pisan" en un mortero o las mastican, simple–

mente, hasta formar una pasta que se aplica sobre la ''picadura''.

Las víctimas de las "avispas" son los niños. ¡Pero qué bueno es

iufrir cuando el goce es intenso! Y na

die que

recuerde podrá decir

que las "avispas", por agresivas que estuvies.en; habían impedido

la destrucción de las colmenas o, simplemente, de "la casa" en que

se apeñuscaban

ara su defensa, malévolas e hirientes. Lejos de

eso, los "chicos", en el s lazo d

l

siestas blancas de luz, eran

atraído p

lo

maravillo~

d l

nt1lra, acaso, con

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ng n

seot-es

:a-ras o haciendo

o-b ·alto. No importaba

1

s del barro de la

la ' ' laehiguana' ',

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o os, en procura de.

agreste esa miel co

a selva que uno gusta

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deleitosamente para no olvidarse jamás de su niñez, ni del campo

en que vivió sus mejores momentos; ni importaba tampoco los cos–

corrones que habían de sufrir por culpa de la hazaña. Nadie, mejor

que los "chicos", sabía del tratamiento

co~tra

la "picadura de

avispas". Eran, son y serán los mejores curanderos para esta clase

de mal, porque lo sufrieron, lo sufren

y

lo sufrirán eternamente,

mientras haya en el mundo ''chicos y avispas''.

Con respecto a la mordedura de víbora, diremos que las eró-

,

nicas antiguas traen innumerables relatos de los procedimientos

utilizados por los naturales en la cura de dichas heridas. En aquella

época

-y

todavía en la nuestra- gran cantidad de reptiles po–

blaban los bosques, algunos de los cuales eran sumamente ponzo–

ñosos, por cuya razón los conquistadores y misioneros que se aven–

turaban en la espesura, estaban expuestos al peligro de sus morde–

duras mortales. Este peligro, tan grave, fué la causa de que cono-