ZACARIAS MONJE ORTIZ
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so de que chuqui
y
kgori fuesen considerados sinó–
nimos, porque a esto se opone una
circunstan–
cia muy interesante: que kgori· también es oro, en
quichua...
Apartada la incidencia,
retbmemos a donde
estábamos.
Si la memoria no nos traiciona, ,anduvimos
allí donde se dijo que los natural es de la región
paceña conocen la ejecutoria de la ciudad, para
ellos válida tanto o más que su potencialidad co–
mo La Paz edificada por españoles, patricios ) bo–
livianos. Prefiérenla
]K\'
su significado de
ma~a
prehistórica. Porque La Paz es én la América, si–
no la única una de las poquísimas ciudades alza–
das por el hispa¡1o
obre la base misma de una
otra, vi viente en presencia "de los cónquistadores,
de tipo y estructura ---y larga tradición preesta- .
blecida,-
autóctonos.
Saben los paceños que cuando el peregrino
de los contrafuertes andésicos o de las llanuras
altiplánicas
responde
a la
pregunta:
¿Dónde
váis? jamás dice, si Heva
enderezado~
sus pasos
hacia la utbe del lllimani, que "va
a
La Paz". Lo
que consta es que
va
al
Chuquiagu.
No suelta por
nada de la
vid~
el nombre prepaceño. Se aferra a
el con la misma inteligencia politica, con la mis–
m a superioridad humana que los itálicos s uperio–
res cuando, en vez de imperi o i'taliano, háblannos
·del nuevo Imperio de Roma. Para nuestros campa-:
triotas aimaráes, el Chuquiagu no ha muerto, pe–
se a les invasores blancos, o "blanquillos", como
risueilo
y
dichGso los llamaba en los días del sitio
de La Paz, el secretario de Su Señoría Poderosa
el \'irr.:-.y Tupakj Katari, don Bonifacio Chuqui–
mamani, explumario de la Curia Eélesiástica de