ZACARIAS MONJE ORTIZ
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fonces, del mismo modo, los Libertadores de Tu–
pakj Katari, aunque sin certeza experimental ni
auxilios de los procedimientos de la Lógica y el
Raciocinio, conocieron directamente el valor de lo
que existía y habria de haber entre Pampjasi y
Kallampaya, y se fueron a rodearlo y embestirlo
como sólo su raza suele hacerlo.
Téngase e'n cuenta, por lo demás, ·que al efec–
to de formar conciéncia del mérito complejo de di–
cha población andina, en aquellos tiempos de Ka–
tari y Segurola, no era preciso ni urgen le mucho '
cavileo. Con hacer un viaje, a lomo de ·mula, des–
de los piés del Señor de la Vera-Cruz (así, con
guión,
ad-usum
de vicuñas y vascongados), 'hasta
las piedras incásicas del Cuzco, se podía cons tatar
la realidad de la construcción, mucho más arri–
ba de las fundaciones,.de una nueva urbe en donde
se producía, desde luego, )a instalación de un po–
derío demográfíco, cultural
y
económico de incal–
culables proyecciones. Y esta noción objetiva y
profética no se borra. Desde Tucumá11, hasta Are–
quipa, .comprendiendo el litoral del Pacífico al
norte de Valparaíso hasta
~l
Callao, el ferrocarril
nos e.nseña poblaci<mes y pueblecitos,
y
entre ellos,
al b01·de de una desértica llanura magestuosa, pre- .
séntanos de improviso el mágico
~anorama
de una
encajonada ciudad que · se ha salido de su origi–
nario vallej.o para meterse en l0s de Caiconi,
Obrajes, Irpavi y Calacoto,
y
amenaza con llegar
en breve al medio millón de habitantes.
Por
~obre
lo. válido de La Paz, en
1.780.
en el
plano de lo objetivo, existía un motivo más que