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ZACARIAS MONJE ORTIZ
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·capturar a La Paz, denotan asimismo que
ellos
también advirtieron, dentro de la
~oncepthm
cblo–
nial,
d~l
Teálismo político..de su époea, que La Paz
apuntaba en los horizontes de la auroral
·patria
boliviana con todas las posibilidades de una nue–
va ·cabeza
d~l
país, qúe los Incas q1;1íchuas del Cuz–
co, por llamarlo de alguna manera lo nombraron
Collasuyu, · como lo hUbieran designado Sucasu–
casuyu o Pacasasuyu o Laricaxasuyu, etc.
El corrido nos
entregó los justificantes po–
líticos, ocasionales, de aqüellas embestidas con–
tra La Paz, y acreditó la defensa española de tal
plaza en el supuesto de que, de perderla Jqs
~olo-
¡
niales, ya no hubieráJil habido
n~cesidad
de que
'
los doctores y mestizos, de las logias libertadoras
de Buenos Aires, La Paz, rotosí, Sucre y Cocha–
bamba, brinden sus gargantas y peculios a . la
s~-
ña de los verd.ugos del rey. No se habr•ía precisado
de las revoluciones que, en Sucre, de palabra (25
de mayo de 1809) y en La Paz, de palabra y he-
cho (16 de julio del mismo año)", se consumaron ·
propagando ideales ya más concretos, mejor pla–
neados, en coordinación con los
virr~ynatos
del
sud y del noroeste de Bolivia, y que concluyeron
con la declaración de independencia
de 1.825.Quedamos entonces en que los
esfuerz.asde
revolucionarios y opresores podemos
darlos, sino
es inmodestia de pluma, por bien empleados, ya
que La Paz, retenida a costa de hambre, desespe–
ración, desengaños, deserciones
y
crugir ·de hue–
sos, por los españoles, valía la pena
y
cien misas;
y,
del mismo modo, el pr,ecio de La Paz, para los
katarinos, estaba o hubiera estado bien puesto si
era el trueque de la dicha ciudad por la sangre
y
vida de siete mil sitiadores caídos en la · demanda.