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SUCASUCA
MALLCU
Nuestra Señora
y
cerebro de la revolución kata–
rística.
Es La Paz lo pr:imero y lo máximo de la inte–
gral noción del mundo sobre el que viven, sufren
y
descansarán de 'padecer. Labriegos, mineros, mo–
zallones pastores, gentes de arrias, sirventes,
al–
bañiles, pollereros, sastres magos
en
casinete;
sombreros en ovejunas lanas, cocineros, lavande–
ros, arjhatasiris -
juristas de los muertos Impe–
rios-
ante parroquiales o corregidores o párro–
cos; toda esta heroica morralla esparcida en los
agrios vecindarios de la Puna o en las villorías de
los valles tendidos en soñarrera, o en los trópicos
cai.1policapos o yungueños, vive, batalla
y
atesora
teniendo clavada en la mente la idea de irse a
establecer en La Paz,
y
darle el postrer beso a la
Ti er ra Madre bajo uno de sus techos.
. ·
Expliquémonos así, telúrica
y
económicamen–
te, el ademán épico
y
la quimérica osadía de los
katarinos aimaráes que, una vez la11 7.ado el qri–
to de guerra por "la libe1(tad de criollos, mestizos
y
na tivos", fin caban todas sus glorias en la cap–
tura de la nutricia madre-ciudad del Chuquiagu.
Cuando los hombres se reunen v conciertan
aunar sus .mentalidades
y
corazones· en una em–
presa que la miran
y
entienden superior
y
legíti- .
mamente suya, puede la Historia ofrecernos casos
de , abnegado sacrificio
riego, como el de preten–
d er el silenciami ento
el
artillería v fusilería ene–
migas, y el de atreverse a tomar uña 'plaza fuerte
defendii.laconfo rme a una téc nic militar euro–
pea, a pedrada limp ia . Ojalá los boli via nos imi–
ten , bien armados y mejor conducidos, ese caso.
Por o(ra parte, los concertados movimientos
de expans1ón
y
r ealizaciones de los kataris, por