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SUCASUCA MAUCU
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es.pa1'ioles. Esto mismo no tenia a su favor la Co–
rregidora, una españolaza, quien al presumir en
estas colonias
desairab~
a sus propios coexplota–
dores de Amé
rica,razón por la
g~e
la chapetone–
l!Ía
y
el
meslli~
a.jese aliaron para darle, a su hora,
algú11
disgusto lo cMal, conseguido, fué para amar–
gura de Alipazaga. Esto oc11rrió cuando el Corre–
gidor, conocidas las noticias de la revolución del
mimetizado Condorcanqui bajo el n'ombre de Tu-·
pakj Amaru -toda una señera
divis~!-,
don To–
más FermiQ, puesto en verdaderos aprietos, has–
ta obligó a su cons.orte a ponerse por esos días me–
nos moños v entrar en contacto con el sector feme–
nino de la 'vecindad, que, por su parte, vivió en
abierta zozobna
~
uso de hecho las trenzas en re–
mojo, como los españoles sus familia'res las bar–
bas.
Tomás Fermín, anduvo
diligent~
y
hasta con–
tó con varios éxitos, pues a falta de mejor cabeza
la españolada secundó diligente todas sus ideas
y
planes de defensa, atenta al dicJ,o de qur más va–
le nn por si acas? l{Ue un quién pensará,
y
a que
Tupuk,i Amaru, actuaba al otro lado del Titicaca
y
el' estremecimiento bélico se traducía en lá hie–
rática
y
t·ecargada observatividad de los semblan–
tes de la clase aborigen
y
la sonrisa que mal disi–
mulaba la eholería.
La ciudad bajo las órdenes de don Tomás
Fermin, votó plata para la compra de pólvora, que
fu ó requisada inclusive a los fabricantes de apa–
nttos destinados
a los fogueos de artificio; para
adquir.irestaii.o,
mrrcnder.inescasa en La Paz. se
impuso la colecta de grandes tinas de las falcas
de varias fincas vinícolas,
de las playas del Río
Abajo
y
de no pocas bodegas de la ciudad; se man-