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sucAsúcA
MALLcu
daba rezagada. én cuadrillas o pandilll:iil re'corría taa calles.
bailando al son de sus instrumentos que arrancaban notas de
placer
y
alegría. En la. plaza
y
esquinas principahls formados
e'n rueda bailaban con garbo
y
donaire... L'os mismos iñdioa
tomaban parte en el loco devaneo. recorriendo las cailes en·
galanados de plumas. El Padre comen'dador de la Merced. Ja·
cinto Mendoza. predicc;mdo en· 1.747, decía: "El .carnaval del dia–
blo ha 'sido muy pecaminoso los. hombres con pre\exto .de un–
tarles con harina ltt cara
y
los pechos a las hemBras.
comet~n
toeamientos que conducen al pecado. ¡Jesús! --exclama- he
visto a seis mocetones apoderarse de una mujer. embadurnar–
le hasta el extremo de dejarla pura harina.
y
la otra quedar–
se muy conten·la
y
satisfecha."
Es de cierto
y
seguro que la cr·ónica, con la ci–
ta del Cura Mendoza, detallarlor, fuera del in,te–
rés que Stlscriba por su evocación trazada con in–
genuidad efectiva o simulada, de
seminari~ta
o de
estudiante provinciano, hará sorireir al lector cur–
tido en el trato con Inenwrialistas de tajante es–
tilo. Puede ser asi
y
algo peor, todo nos tiene sin
cuidado, 'a que la Historia no siempre . se hace
con ladrillos bien cocidos, que suenen como 'cam–
panas, de tan templados, sino también con arena,
cal y piedra bruta. Por otra parte, nos interesa que
los bolivianos del día, aturdidos por la velocidad
de las visiones del cine sonorizado v el alboroto de
las orctuestas que tocatl la
sincop~da
música ne–
groide de los yanquis en las
boites
y otros clubes
nocturnos de La Paz, se hagan cargo de lo. diferen–
te que fué la vida de nuestros abuelos, hidalguillos
o togados; obtengan una noción casi material de
lo mucho que hemos progresado en cierto modo,
y
de tanto, así, que hemos pel'vertido nuestras cos–
tumbres sociales, pues es indudable que los pace–
ños de medio siglo atrás hasta la fundación de la
ciudad del Illimani, vivieron más rle acuerdo a la