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SUCA~UCA
MALLCU
condenada; huella del aspecto si ni es tro de la con- .
quis ta y c0loxüaje españoles en Bolivia.
Habíamos dej ado al memorialis ta
sacerdote
paceño, doctor Aranzáes, en el punto relativo al
buen hospjtal que tenía La Paz en
1 780~
tan bué–
no, - a estar a lo elogiado por dicho autor- que
hasta daría ganas de enfermarse por pasarlo bien
algunos días a su amparo, siempre ·que se evita–
ran las dichosas y famosas sangrías. .
Ahora, es menester acudir otra vez
al Araü–
záes, y esto no es vulgaridad sino una forma más
bien avtoriz'ada entre literatos
y
universitaribs,
pues, se dice el
1
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estu o el Voltaire o el Azorin, re–
firiéndose a un libro de lermiuado en vez del autor
respectivo. Y nos avisará que los nobles paceños
"ostentaban bastante lujo en sus vestidos, así co–
mo en sus joyas (?¿,);no obstante sus salones eran
desiertos (los paceños de hace trein ta años solían
usa r
desierto
pÓr falto de muebles, útiles, etc.); so–
bre la pat:ed blanquead a de yeso ·tenían grandes
cuadros con marcos dorados, de imágenes de san–
tos de su devoción; tiras de alfombras burdas pa–
ra abrigar los piés; sillas
y
bancas de madera, fo–
rradas en cuero; usaban el sebo para las luces, las
que se prendían con
U.Jltizón o pajuela; las vian–
das se servían en platos de loza fabl'icados en el
país; pero las familias acomodadas ténían vaj illas
de plata
y
aun de oro."
"Las tertulias terminaban al toque de la queda.' a las ocho
en invierno
y
a !as nueve en verano. quedando la población
escueta. tétrica
y
silenciosa.