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58

SUCA~UCA

MALLCU

condenada; huella del aspecto si ni es tro de la con- .

quis ta y c0loxüaje españoles en Bolivia.

Habíamos dej ado al memorialis ta

sacerdote

paceño, doctor Aranzáes, en el punto relativo al

buen hospjtal que tenía La Paz en

1 780~

tan bué–

no, - a estar a lo elogiado por dicho autor- que

hasta daría ganas de enfermarse por pasarlo bien

algunos días a su amparo, siempre ·que se evita–

ran las dichosas y famosas sangrías. .

Ahora, es menester acudir otra vez

al Araü–

záes, y esto no es vulgaridad sino una forma más

bien avtoriz'ada entre literatos

y

universitaribs,

pues, se dice el

1

1

estu o el Voltaire o el Azorin, re–

firiéndose a un libro de lermiuado en vez del autor

respectivo. Y nos avisará que los nobles paceños

"ostentaban bastante lujo en sus vestidos, así co–

mo en sus joyas (?¿,);no obstante sus salones eran

desiertos (los paceños de hace trein ta años solían

usa r

desierto

pÓr falto de muebles, útiles, etc.); so–

bre la pat:ed blanquead a de yeso ·tenían grandes

cuadros con marcos dorados, de imágenes de san–

tos de su devoción; tiras de alfombras burdas pa–

ra abrigar los piés; sillas

y

bancas de madera, fo–

rradas en cuero; usaban el sebo para las luces, las

que se prendían con

U.Jl

tizón o pajuela; las vian–

das se servían en platos de loza fabl'icados en el

país; pero las familias acomodadas ténían vaj illas

de plata

y

aun de oro."

"Las tertulias terminaban al toque de la queda.' a las ocho

en invierno

y

a !as nueve en verano. quedando la población

escueta. tétrica

y

silenciosa.