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JJres y eh cuyo sen'o volverem·os a ser qna s·oía
·y un sólo pensamiento al término d,e, los siglos.
El cholo pa'ceíio es B.erilianti étnico de los cho–
los del resto de las poblacion'es y zonas intensa–
merite pbbladas de Bolivia,
y
lo 1hlsiuo viene a
ser del charro d'e México, para no citar más
equ~valentes iberoamericanos del mestizo (qtie nos
oc~pa. Tieile la particularidad d'e proceder como la
carne de un adoboso emparedado (vulgo:
sand–
wich),
que sufi.·e el peso del pan de encima, el hom–
bre blánco,
y
siente
que sus jugos se insumen en
el pan de abajo. El mestizo, componente básico de
la clase media, de ningún modo el único, por estar
entre el blanco y el autóctono inincorporado a la
plena civilización, se siente incómodo
y
aborrece
al primero; aJ.. segundo la mira cmho a carne de
cogote y cuand puede lo esquilma si es que no lo
borra del mapa.
.
En aquellos días de las vísperas sombrías del
asedio de La Paz por los ochenta mil montoneros
del Virrey Tupakj Katari, el mestizo a lo más que
llegaba era .a sacristán mayor de la Catedral, sar–
gento de las milicias del rey Carlos III, maestro de
taller, g1·an albañíl o chocolatero, cabeza de las
tropas de mozosicuris (zampoñaris mestizos) ; por–
tero de oficina; perito en la técnica de la fabricá–
ción de velas y jabones·, peluquero en Chocata o
la Riverilla, o
capo
de coniparsas carnavaleros. con
estudiantina. Raras veces entró
a
la profesión li–
beral_o al alto comando de tropas o superior go–
bierno. Flotaba en la mediocridad y tenía sus a–
partes, de tipo clasista, en los que se saturaba de
odio contra los opresores blancos, dolíase de veras
del agonizar de los indígenas por hambre, desnu–
dez, enfermedades
y
mutilación dentro de los so-