ZACARIAS MONJE ORTIZ
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del vencedor, y d e ahí fué remitido por és te con
cartas a Segurola.
_
Andrés Tupakj Amaru, de cuya historia
no
cüenta nad a más el padre Caravedo, se sabe po–
sitivamente que gozó algún ti empo de vacaciones
en h olgura y r egalo en su pueblecito natal, pero
qu e al poco ti empo se puso nnevam.ente en cam–
paña; se acercó a La Paz
y
cooperó es trechamen–
te con su colega T upakj Katari , en las r udas ta–
reas del sitio
de
esa capital. Son bastante nota–
bles las semejanzas de tendencia política que de–
nota n sus cart as a Segurola, al Obi spo sitiad o, a
los cabildantes paceños, etc., con los
propósitos _
que_ per,.:;eguía el Libertador sucasuca. Claro está
que esas cartas- venian d e una misrna pluma o de
dos, la del
tw~rto
Pedro Obaya, b a joperuan o, que
mantenía la tónica de guerra a mue-rte a los es–
pañoles, y la del exescribano Manuel Clavijo, seu–
dónim o d e don Bonifacio Chuqnitllamani, el sos–
tenedor literario de la necesidad df' que los criollos
y
mestizos, o hicieran
rendir a los chapetones o
abandonasen a L a Paz, para
que
la captura de esa
plaza se hiciese sin derramamien to de sangre ino–
cente . Este nlisn1o Andrés, el "n1ozo inca", según
lo d enominaron los aimaráes
rle los Altos de La
P az, porque hablaba Qas tell a no
'
tenía :üres de
mes tizo, d espués d el suplicio de su gran camara-
, da el sucasuca, fugó · de este lado del Titicaca,
y
su mala estrella lo llevó a la picota en la plaza
real del Cuzco.
Con esta noticia- concluimos -d e relatar el epi- –
sodio políttco y militar del asedio, asalto
y
devas–
tación de la villa de Esquive! a Sorata, un todo he–
roico, trágico
y
silencioso"" en la Historia, que po–
ne en evidencia la capacidad de reacción a favor