ZACARIAS MONJE ORTIZ
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gasuca, form ar on un ej ército ululante como el que
rodeaba a La Paz, de d icienueve mil
h ombres,
promediadas algunas cifras dispares que se da a l
respecto. Setecientos veinte hombres enrolados en
la defensa, fueron mantenidos en el primer co–
mo en el segundo sitio, hasta contándose el
pré
diario de dos reales en plata por soldado, debi–
do a la munificencia de Coronel de milicias, don
Anastasio Suárez de Varela. Muchos vecinos f u–
gitivos como el cura don Eustaquio Caravedo, del
Bajo Perú, procedentes del pueblo ele éste mismo
y
de Lampa, Azángaro y otros. h icieron subir la
lista a dos mil combatientes. Es de suponer,
en
vista de los mil hombres que se batieron en defen–
sa de la villa de Esquive!, para romper el primer
asedio, que S01·ata, en 1.781, ha debido contar con
unos quince mil habitantes, pues es
lo
menos que
se le puede acordar a un vecindario que da mil
hombres para guerrear, ele primer;:t intención. Los
sorateiios pagar·on su lenidad desde los primeros
dí a· de su segundo cautiverio, porque se les ago–
taron los víveres. Limpiaron todas las reservas de
granos
y
car·nes de animales domésticos, y tuvie–
ron que comer a fines
d~
mayo, hasta gatos, mu–
las y perros; se vieron precisado;;,
últimamente,
a r·emojar cueros viejos de correajes,
petacas y
aún ele zurrones de plata.y hasta la zuela de za–
patos usados. En este trance recibieron tres pro–
puestas de paz de parte de los sitiadores, a base
de la rendición. de la plaza. Aprovecharon la · se–
gunda oferta para simular negociaciones y obtener
respiro por dos días, durante los cuales lograron
de la estancias cercanas bastante provisión de co–
mestibles. Los negociante del bando de Sorata,
Comandante Gregorio Santalla v coronel
Joseph