ZACARIAS MONJE ORTIZ
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rra,
y
veneran, cuidan
y
~antienen
el culto a la
sagrada forma como si descendieseJ directamen–
te de los pescadores
y
peregrinos que
inieia~;a
el
coruscante Jesucristo.
Ellos, aún en la actua1idad, aunque flotan en–
tre las aguas de la diestra
y
la sinie.stra; no obs–
tante de que gran parte de su vitalidad se reabas–
tece por medio del alcohól
y
la coca ,
y
a pe ar de
que su envilecimiento preincaico, incásico,
~olo
nial
y
boliviano, no halla punto de control, son re–
ligiosos más allá de la emotividad devocional que
satura a las beatas incultas. Están' prontos a escu–
char el mensaje de divinidad,
v~nga
de donde vi–
niere, puesto que como aimar áes, los sucasucas
tienen el p rincipio de lo unitario del concepto de
Dios, aún en la especial noción que, a manera de
inj er to a sus antiquísjmas concepciones teológicas,
le trajer on los.misioneros católicos de las Españas,
m edi ante la idea de n dios hebreo, lunático, h e–
móf ago
y
del todo personal
y
antropomorfo. Al
fin
y
a l cabo el dios de los europ eos, conforme a
l o que éstos pregon aban, era uno, solo
y
ver dade–
rd; por tanto, los sucasucas, como la enorm e ma–
yoría de originarios d el Continen te de la Crea–
ción, no sufrían incOI'nodidad con la llegada de la
teología r omanoespa ñol a, puesto que ell os Inis–
mos, exseñores imperan tes en casi la totalida d ' de
l as tierras firmes de Sudam érica , en momentos en
que Atawrrllpa sufría los efectos de haberse en–
tramp ado en Caxam ar ca, hacía un tiempo de si–
glos
y
siglos que ·habían caído en la degeneración,
h echo previo de previo que fu é
condifz"o
f undamen–
t al a s u al:Jatimiento polí ti co por la a udaci a y la
pólvora detona nte de algunas centenas de perilla–
nes a l mando de expres idarios, ga leo tos
y
guarda-
'