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de acuerdo con los usos del

pu~blo

: adornos de oro, ricos mantos de

lana finisima, plumas, argenteria y pedreria. No puede ser

ma~

con–

cluyente el dato: el deja ya probada la existencia de un teatro, en

donde se verificaban representaciones, como nos lo diran otros cro–

nistas.

CoBO.-La Historia del Nuevo Munao,

del P. Bartolome Cobo,

es otra de las

fuent~

de mayor importancia. El P. Cobo se propu–

so, sin duda, hacer una descripci6n

y

un estudio total del pais; obra

vastisima es la suya que, a mas de historia, contiene una amplia in–

formaci6n a cerca de la flora y de la fauna, que expone y detalla

con proligidad.

Habla Cobo de un gran edificio subterraneo, distante dos le–

,guas de Guamanga, acerca del cual, el editor, Jimenez de la Espada,

nos ofrece una nota muy importante : ' ' sobre esto escribe Llano Za–

pata en sus Memorias (vol. I, art. XX, parr. 32) : Por los afios de

1637,

en el pueblo de Quinua, que dista dos leguas de Guamanga,

se descubri6 casualmente un palacio subterraneo con grande porta–

das de piedra y sumptuosos edificios. Hallaron en el una lapida con

una inscripci6n que no se pudo leer' '. Despues de leida la anterior

noticia, no puedo menos de recordar- afiade Jimenez de la Espada–

la que Cieza de Leon nos da en la Primera parte de su Cr6nica del

Per1i (cap. LXXXVII) a cerca de los antiquisimos edificios de Vi–

naque (Huifiac ), no lejos asi mismo de Huamanga, " donde tam–

bien hay fama que se hallaron ciertas letras en una losa ... . . ; lo

cual ni lo afirmo ni dejo de tener para mi que en los tiempos pasa–

dos hubiese llegado aqui alguna gente de tal juicio y raz6n, que hi–

ciese estas cosas y otras que no vemos" (pag.

111,

t. III).

Ocupandose de los quipocamayos o ' ' historiadores de los In–

cas'', dice que ''no podian ignorar nada de lo tocante al gobierno,

ritos y costumbres de los suyos . . . . por los memorial es de sus quipos

y

pinturas

que aun estaban en pie" (pag. 117. t. III).

Estos datos a cerca de "pinturas que alin estaban en pie" son

muy interesantes: confirma o afianza la afirmaci6n sobre la posibi–

lidad de una verdaclera pintura mural entre los antiguos peruanos,

y ,

a la vez. si esas pinturas servian para conocer todo lo r elativo a

gobierno, ritos y costumbres, es evidente que era una forma de cs–

critura, como lo hemos visto ya.

Se refiere Cobo a P ;icbacuti, quien '' acompafi6 su gran saber

con un gran coraz6n

y

animo esforzado". Dice que e t e soberano

"compuso muchas oraciones" con las q_ue eran invocados los choses

r ecitandolas los sacerdotes,

(pag.

156,

t. III).