MIS MONTABAS
dos silenciosos, y por encima de los arroyos con–
gelados, iba despertando rumores de todas las in–
tensidades, desde los cantos de las aves que se
creian en primavera, hasta el casi imperceptible
crujido de las capas de hielo, que err1pezaban a rom–
perse en radiaciones caprichosas como cristales ex–
puestos al fuego.
El
Jecho de piedras de las corrientes que
ali.–
mentan la villa, se distingue
al
traves de las Jo.;;as
hansparentes, con todos sus detalles, como paisajes
en miniatura, donde brillan chispas de talco fosfo–
rescente, donde relumbran escamas doradas de pe–
cecillos arrastrados por las aguas y donde finisimas
hierbas acuaticas, de un verde claro, forman el ele–
mento decorativo de esos multiples cuadros ; y cuan–
do ia influencia del sol ha llegado al seno de aque–
lfas urnas, se ve deslizarse unas tras otrM las gotas
de agua desprendidas del tempano, semejando re–
flejos de globos luminosos e irisados, que discurrie–
sen por un firmamento reproducido dentro de dimi–
nutas camaras fotograficas.
No puede idear la fantasia nada que no em;uen–
tre realizado en los accidentes de la montafia: des–
de las escenas de proporciones grandiosas, donde
los proscenios son colosales, los personajes gigan–
tescos y las decoraciones nublados repletos de som–
bras y rasgados por rayos repentinos, hasta las vi–
siones del suefio, de formas, coloridos
y
actores im–
posibles, pero que viven un instante en la mente,
asoman<lose a ella como resplandores de luz inter–
na; que tienen la virtud de idea lizar la vida, de
hacernos sonreir con deleite,
y
luego pasan como
exhalaciones, dejando borradas las huellas en la
memoria, para que
el
pince] no pueda copiarlas, ni