166
JOAQIDN V. GONZALEZ
do imperaban. los Incas y de cuande habia rey:
a>-–
nocia J&is secretes de esa montafia fabulosa,
y
el
sentido de los rumores que llegan
al
valle desde sm
negras quebradas e inaccesibles Uanuras ; recorda–
ba, c<:>mo si fuesen de ayer, las peleas de los sal–
vajes entre sf
y
con el invasor
y
dominador de sus
tierras; descifraba
y
explicaba
la
historia de cier–
tas aves llorosas que andan por esas faldas
y
esas
selvas, enterneciendolas con cantos lastimeros;
y
mas de una vez hemos dejado correr nuestras
Ia–
grimas y las hemos visto relumbrar a la luz de las
llamas sobre las mejillas rudas de los hombres de
trabajo, cuando
la
pobre vieja nos contaba la tris–
te leyenda de Crespin, que dejo sola en el mundo
a su compafiera,
la
cual, de tanto llorar
y
llamarle
por los campos, corriendo con lflS ropas desgarra–
das o trepando sobre las grandes piedras de las
colinas, convir1i6se,
al
fin, por compasi6n del cielo,
en
un pajaro pequefiito, de plumaje gris que le
hace invisible: y asf continua volando de arbol en
arbot, siempre gritando con voz doliente: - "1 Cres–
pin, Crespin,.. - sin que el novio vuelva mas a
COD-
1>0larla de su eterna viudez.
Ella lo sabe todo, porque ha vivido mucho
y nun–
ca sali6 de los Hmites del valle natal,
y
porque sus
padres le transmitieron el relato de sus abuelos, em–
i>apado en el sentimiento de la taza, en los dolo–
res de la esclavitud
y
en la intensa fantasia nacida
de Ios espectaculos
y
obscuros fen6menos de la
montafia. Aquellos ruidos nocturnos de origen in–
explicable, que en medio de la neblina llegaban co–
mo gemidos de prisioneros en torres de! hambre;
esas risas estridentes que rompian la espesura de
las nubes, haciendonos helar de doble frio y clavar