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JOAQIDN V. GONZALEZ

do imperaban. los Incas y de cuande habia rey:

a>-–

nocia J&is secretes de esa montafia fabulosa,

y

el

sentido de los rumores que llegan

al

valle desde sm

negras quebradas e inaccesibles Uanuras ; recorda–

ba, c<:>mo si fuesen de ayer, las peleas de los sal–

vajes entre sf

y

con el invasor

y

dominador de sus

tierras; descifraba

y

explicaba

la

historia de cier–

tas aves llorosas que andan por esas faldas

y

esas

selvas, enterneciendolas con cantos lastimeros;

y

mas de una vez hemos dejado correr nuestras

Ia–

grimas y las hemos visto relumbrar a la luz de las

llamas sobre las mejillas rudas de los hombres de

trabajo, cuando

la

pobre vieja nos contaba la tris–

te leyenda de Crespin, que dejo sola en el mundo

a su compafiera,

la

cual, de tanto llorar

y

llamarle

por los campos, corriendo con lflS ropas desgarra–

das o trepando sobre las grandes piedras de las

colinas, convir1i6se,

al

fin, por compasi6n del cielo,

en

un pajaro pequefiito, de plumaje gris que le

hace invisible: y asf continua volando de arbol en

arbot, siempre gritando con voz doliente: - "1 Cres–

pin, Crespin,.. - sin que el novio vuelva mas a

COD-

1>0larla de su eterna viudez.

Ella lo sabe todo, porque ha vivido mucho

y nun–

ca sali6 de los Hmites del valle natal,

y

porque sus

padres le transmitieron el relato de sus abuelos, em–

i>apado en el sentimiento de la taza, en los dolo–

res de la esclavitud

y

en la intensa fantasia nacida

de Ios espectaculos

y

obscuros fen6menos de la

montafia. Aquellos ruidos nocturnos de origen in–

explicable, que en medio de la neblina llegaban co–

mo gemidos de prisioneros en torres de! hambre;

esas risas estridentes que rompian la espesura de

las nubes, haciendonos helar de doble frio y clavar