MIS MONTASAS
1.£9
se entretiene, pues es senora que ama la sociedad
en su salon y gasta cumplimientos y habla en ter–
minos pulcros.
Prol6nganse estos bailes hasta muy entrada la
noche, hora en que
el
cansancio del dia, !os licore:s
convidados
y
el natural hastio de todo lo apurado
hasta las heces, empiezan a dar flacidez a las pier–
nas, peso invencible a los parpados
y
frialdad al
humor; la nifia enamorada ya no puede con su cruz,
y
de vez en cuando se le sale un bostezo que en
vano pretende ocultar con el abanico o el pafiuelo;
el
compafiero, tambien rendido por el ·exceso de
sensaciones reprimidas y de "obligos"
y
"corres–
pondencias", busca ya un pretexto para salir al
fresco a desperezarse; los musicos-clarinete, trian–
gulo y bombo--ofrecen un espectaculo curiosisimo;
las mazurcas o las habaneras van cada vez alargan–
do sus compases y dejandose interrumpir por so–
luci~nes
de continuidad, o intervalos de silencio in–
voluntarios pero inevitables; el clarinete ya no sue–
na, sino berrea, porque al musico apenas le han
quedado fuerzas para el
do
natural, a causa <ie los
repetidos agasajos de la duefia de casa, que
a.
cad.a
instante ordena :-denies alga a los musicos, no
descuiden a los musicos ;-del bombo no se diga :
tiempo ha que clav6 la cabeza sabre un horde
d~
la caja,
y
solo
alla,
cuando en sueiios se acuerda
de que esta tocando en un baile, se despierta
sa–
bresaltado, y atraca contra el parche unos recios
golpes repicados como zamacueca, aunque se estu–
viese bailando polca.
No,
ya no es posible continuar, por mas fervien–
te que sea el culto a la chaya; cuando el cuerpo no
quiere, es en vano, hay que irse y esperar el nuevo