J.CIS MONT.MtAS
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nificado es
ya
imposible comprender, se desarrollan
en los ranchos de las orillas, entre la gente mas tor–
pe, que no tiene otra manera de manifestar las ale–
grfas ni los pesares que la embriaguez. Los acto–
res de ella, son los descendientes mis directos de
los antiguos pobladores, raza intermedia, degenera–
<ia, Ilena de preocupaciones propias de
la
barbarie.,
y de costumbres que parecen ritos de alguna reli–
-gi6n perdida, de la cual solo restasen vagas nocio–
nes o recuerdos imperceptibles. El carnaval o la
"Chaya" es para el indigena una instituci6n, una
orden con rituales
y
precepto& extrafios, con pric–
ticas tradicionales, con j.erarquias, con relaciones
curiosas a la historia y a la naturaleza de la reli–
gion, emparentada por vinculaciones singularisim,as
·con Ia sociologia de todas las razas de su mismo
nivel de cultura,
y
en las cuales una observaci6n
profun da descubriria tal vez tenues vislumbres
de
la civ ilizaci6n conquistadora, en media de Ios ne–
bulosos hibitos de la edad prehist6rica.
Cuando empieza a prepararse Ia gran fiesta;
cuando los algarrobos principian a madurar el fru–
to, alli, en el seno de los valles del Norte, un per–
sona
j
e rato, que es coma
el
pontifice de aquella
-comuni6n indefinible, se pone a componer la letra
oficial de la vidalita del afio, que
ha
de ser cantada
por todas las comparsas, en todos Ios pueblos mon–
tafieses cuyo alimento esencial es la algarroba de
los campos comunes, cosP-chada en pleno verano par
las expediciones que he descrito. La canci6n se
difunde
par ~
toda la montafia, con la musica co–
rrespondie,fffe ;·-,muchos dias antes del de fiesta, se
.oye en elf interior de· los ranchos murmullos de vo-·
-ces que a ensayan, acompafiadas por
el
tamboril