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)(IS MONT.ABAS

:o pisan y dan vuelta, pero en vano : nunca la bes–

tia humana ha merecido como entonces que su sue–

iio estupido se confuncllera con la mtterte. Los de–

mas llevan tambien el veneno en las entrafias y en

la cabeza, y unos mas pr6ximos, otros mas dis–

tantes, todos van cayendo dormidos sobre el suelo,

en medio de los arbustos o sobre las piedras de los·

caminos ...

Ya pas6 la Chaya. En

el

espacio inquieto de las

montafias han quedado vibrando los cantares y los

ecos de! tamboril melanc6lico, de la flauta cam–

pestre de cafia y cera, de las risas femeninas y los

gritos desacordes de la turba frenetica. Todo ha

tenido una repercusi6n en las rocas; todo ha de–

jado un rastro: en la tierra, las danzas y las co–

rrerias desenfrenadas; en el aire, las m{1sicas y las

palabi:cts, retozando en una Iibertad de tres dias.

Paso la Chaya montafiesa,

y

a11a, como en las

ciudades, todo se ha confundido: la mas alta y ete–

rea poesia de la naturaleza y de las almas inocentes,

con la prosa descarnada, con la barbarie impudica,

-con las

d~snudeces

y las groserias de la bestia. Yo

lo recuerdo todo, lo escucho aun coma armonia noc–

turna que se alej&, y endutzan mi alma las caden–

cias moribundas, las vidalitas llorosas, las danzas

campestres y

el

bullicio de las comparsas, que, co–

ma procesiones de bacantes, pasan poblando las sel–

vas de risas, despertando lo!> ecos dormidos en las

grutas, mientras en andas, al son de rusticos tam–

bores y flautas pastoriles, se conduce a su templo

solitario al idolo sonriente, de me)illas rojas, ojos

chispeantes, de cabellera desordenada, pero entre–

tej ida de hiedra, espigas y pampanos. Pero en me–

-0.io

de este conj:.mto deslumbrante, que veo repro