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MIS

MONTA~AS

143'

y

se cubre de verdes capas de Merbas espon·

taneas; los senderos que unen las viviendas se–

llenan de _arbustos,

y

ni una sombra se cruza

por la desierta plaza. Solo ha. quedado alguna

vez un anciano, impedido por la ·edad o los a.cha -

ques de seguir la expedici6n de sus vecinos, o

el

propietario relativamente rico, quie no neoo–

sita de aquel sacrificio, porque ha

forma.do

su

huerta

y

tiene a 'espaldas d·e la. casa, s ·embrados.

y

arboles .drutales que lie aseguran

susten.to

y

holganza; pero ha edi£icado su mora,da lejo5 del

nuc1eo indigena,

y

muchas veces no sabie que •en

el

centro de la rancheria si1enciosa, como una

momia insepulta en un pueblo destruido. vive 1el

viejo centenario, sin poder asomarse siaui·era a

divisar los remolinos del polvo, o ·el nublado

1es–

peso

y

amenazante que asoma. tras las cumhl'les..

Los sapos que habifan el pozo entonan con

voz plena sus recitados solemnes, como rezos

oidos bajo las bovedas de una ca.tacumha; los.

cuervos atraidos por los despojos de los ausien–

tes, graznan en ooro sobre el techo mismo del<

rancho, oliendo a cadaver; los

chilicotes,

o gri–

Uos. salpican el s-ilencio con sus gritos come>

ruidos de espuelas : las 1echuzas llaman a los.

muertos, paradas sobre las cruces del oemen–

terio contiguo a la iglesia, o vienen a anunciar

al viejo abandonado su

cerca.na

muerte; la s ·er–

piente de cascabel, •enroscada en el tronco del

arbol que

~Oh

br ea el techo de la choza, o acu,-·

rrucada

< .

g<;echo entl'le los intersticios del mu–

ro

de ramas, agita los a.nillos de

la

cola, hasta.

hacerles producir •ese

soni~o

que horroriza

y

estremeoe; :el

ucutalco,

de color invisib1e

y

~