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JOAQUIN V. GONZALEZ
lo hay un lugar vacio, como hido abandonado,
y
es la casa paterna donde aprendi a amarte, donde
ensaye mis cantos de Mayo, donde me vestia de
blanco
y
celeste para correr a arrodillarme a tu sa–
lida. Nublanse; si, mis ojos, cuando en medio de
dias amargos te he visto aparecer sobre una tierra
muda e indiferente a tu belleza
y
a tu historia, pero
saludado por los acordes de la montafia
y
de la
Uanura, de armonias, de palabras
y
sentimientos
eternos. Seame dado volver a descubrir mi cabeza
sabre la cima de la montafia que sombrea mi te–
rrufio nativo, ante tu aparici6n fantastica, el dia
de la gloria argentina. Y pueda tambien
tu
luz
colorear el follaje del sauce que ·cubra mis huesos,
en el pobre cementerio de mi aldea.
Es imposible borrar de la memoria aquel cuadro:
el
viejo tambor ·
al
frente, al lado de! jefe; el maes–
tro delante
de
nosotros ; el pueblo rodeandonos;
centenares de cabezas descubiertas
y
de rostros ba–
iiados de sol nacicnte, mientras el redoblante, la
musica y nuestras gargantas entonaban, cada uno
en su lenguaje, la estrofa gloriosa:
Old,
m011ales,
cl grito sagrado:
Liocrtad,
libertad, libertad.
Old,
cl
ruido de rotas cadcnas .••
Cuando la canci6n concluia
y
el viejo tambor se–
guia bordando £lores en el parche COD
SUS
manOS
rejuvenecidas, el sol
ya
empezaba a templar la at–
m6sfera, a derretir Ia nieve de las calles
y
de Ios
arboles,
y
sentiamos restaqrado nuestro calor nor–
mal. Habia que hacer callar
al
veterano, porque
era hombre de redoblar todo
el
dia 25, hasta
po-