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186

JOAQUIN

V. GONZALEZ

cu

art

el general-la plaza de

la

escuela.

Ya

estamos

de pie, el agua esta congelac!a, hace un frio "de

cortar las carnes", no amanece y estan cayendo

gruesos capullos de nieve. No importa, vamos: ya

ha sonado la Hamada

y

no podemos ser los ultimos.

.Al asomar a la calle, el suelo esta alfombrado de

tapiz blanco, terso, finisimo, como que esta cayend.-:>

del cielo, y nuestros pies se hunden en el, mientras

corremos a la formaci6n y mientras nuestros cora–

zones laten con la ansiedad de la expectativa. Et

tambor toca asamblea sin cesar, hasta que

el

ultimo

soldado ocupa su claro en la fila,

y

entonces la

Hamada termina con un redoble vigoroso, digno de!

veterano que solo empufia los pali'llos los dias de

la patria. Ya estamos todos: la guardia nacional ar–

mada de fusiles grandes, de chispa, ocupa la cabe–

cera de la colmena; en seguida nosotros, el bata–

lloncito blanco

y

celeste, alineado correctamente,

de manera que nuestros trajes uniformes parecen

una bandera estirada, tiritando de f rio

y

dandn

diente con diente, las manos insensibles

y

los pie::–

como si fuesen de hielo. No importa; el pequefin.

bata116n no defecciona; esta firme, rectificando

la

linea de formaci6n

y

atento a la voz del jefe, el

maestro, que tambien tirita como nosotros,

y

por

eso le queremos

y

le obedecemos.

-1 Armas al hombro

!

.i

Media vuelta

!

I Paso re–

doblado

!

IMar ...

!

Una banda de musicos aficionados -nos precede,

tocando trozos marciales que nos encienden en

be–

lico entusiasmo; las piernas se mueven con perfec–

~.a

simultaneidad; no se altera la formaci6n por

el

frio, ni por tropiezos; de todas las bocas salen co–

lumnas de vapor como de calderas hirvientes, mien-