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MI~ MONTA~AS

13'1'

tras a marchas forzadas

el

ejercito se dirige a la

plaza. E1 sol de invierno, despues de una noche de

intenso frio, se levanta con sus lumbreras apagadas,

dejando ver solamente un inmenso globo rojo,

C()–

mo masa de hierro encandecida, y se anuncia con

un leve destello que va a dorar la cuspide del Fa–

matina. Las nubecillas madrugadoras que ban ido a

agruparse por verle salir, se tifien de oro palido

y

se ribetean de fuego. Ellas nos anuncian la apari–

ci6n majestuosa, cuando su tinte se

c~vierte

en

llama; nuestros pechos se agitan como fraguas;

ya

aparece el punto rojizo sobre la sierra que lo vela

a nuestra vista; el viejo tambor siente correr una

lagrima por las mejillas y ahoga

el

llanto con un

redoble frenetico, una diana que conmueve

y

elec–

triza a la tropa ; la banda de

musica

empieza la in–

troducci6n solemne,

y

nuestras cien gargantas le

envian

el

saluc;lo armonioso, al mismo tiempo que

las dc:Scargas de la fusileria recuerdan las prime–

ras de la independencia:

1

Oh sol de mi patria, con cuanta grandeza y su–

blimidad apareces sobre las altas cumbres de la

America, de cuyos habitantes primitivos fuiste Dios

y

Genio protector, fuente purisima de sacrificios, de

heroismos

y

de amores inmortales

!

i

Cuin impo–

nente

y

avasalladora es tu presencia, alli donde rei–

na la madre naturaleza, donde son templos las sel–

vas virgenes, donde los c6ndores parecen simbolos

de destinos ideales, obscurecidos por nubes san–

grientas

!

Te he visto tantas veces asomar la faz

centelleante

al

rumor de los himnos infantiles, so–

bre

el

valle humilde y el hogar bendito de mis pa–

dres, que hoy n{tblanse mis pupilas recordando que

en

todo aquel cuadro que iluminabas entonces,

s6-