JOAQUIN V. GONZALEZ
:nes~
entre cuyos ·espacios se teje la
qaincha
pro–
tectora contra los vientos. Las noches se animaia
entonces en aquellas so1edades con la luz de los
fuegos encendidos entre cuatro grandes pi1edras,
eon los ladridos de los perros de Wlo y .otro
eampamento,
respondien~ose
a lo 1ejos con to–
reos y aullidos incesantes; con los gritos de
los
muehachos cuidadores de las hestias en los lu–
~ares
pastosos, con los cantos y los ecQs de la
«chingana» improvisada
pa.raamenizar las ho–
ras de reposo, ya bajo la techumbre del arbol,
ya al aire libre-lo que ·es ma's
:fr.ecuente~n
eualquier abertura de la selva.. Alla •es donde s 1
e
ensaya las vidalita.s para la
chapa
proxima, .de–
jando volar las notas a.gudas
de
sus cantares por
el espacio sombrio de la llanura antes dormida;
y alli tambien, la presencia de la. naturaleza, la
lejania de la poblacion y la. intimidad de
la
vi–
vienda nomade, ·enciendie:n los
amor.essalva.j1es,
reproduciendo las escenas que la .estacion cali–
da desarrolla en los ramajes .entre las
av.esna–
tivas. Aqu.i los gajos se pueblan
de
nidos nue–
vos; y alla
en
la choza del campesmo, se v.eri–
fican los misterios inexplicables cuya solucion
E!s la vida humana,
renova.daeternamente bajo: ·
todos los climas.
Desiertos quedaron los
pobr.es- ranchos
del
pueblo
con las puertas de cuero. seco amarra.–
das con lazos al m•arco burdo; la. pequeiia
cam–
pana de la capilfa. no suena mas hasta que vuel–
ven los feligreses; y las avispas han construido
panaJ.esen
el fondo, al lado del ba.dajo
de
hie–
rro; •el pozo cercado de 1emiedaderas silvestres
se purifica en el abandono, aumenta sus
aguias.